Resumo do capítulo Capítulo 652 do livro El Regreso de la Heredera Coronada de Internet
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Si tuviera que sopesar los pros y los contras, lo mejor sería confesar con honestidad. Bastaría con repetir las conjeturas que Ángeles le había mencionado antes para enfrentarse a la bestia enfurecida frente a ella.
Pero no lo hizo.
Bárbara esbozó una leve sonrisa, la seducción florecía entre la curva de sus cejas y el rabillo de sus ojos. Sus labios rojos se entreabrieron y, con lentitud, dijo: —A menos que mi jefecilla esté de acuerdo, no puedo hablar sin fundamento.
—Además, no todos los sospechosos son necesariamente culpables. Con un método como el tuyo, mi jefecilla no lo aceptaría.
Las palabras pausadas y deliberadas de Bárbara rozaban peligrosamente el límite de Emilio. —Señor Emilio, usted y mi jefecilla no son del mismo tipo de personas, ¿verdad?
El rostro de Emilio se ensombreció, su extraordinaria belleza cubierta por una helada frialdad. Sus largos dedos se movieron y, con un chasquido sutil, quitó el seguro de la pistola, colocando su dedo sobre el gatillo.
Justo en ese instante, una muñeca blanca y delicada se extendío hacia él, su nívea palma cubriendo el oscuro cañón del arma.
Acto seguido, la dueña de esa mano giró la pistola en otra dirección.
Ahora, el arma apuntaba hacia Ángeles.
Fue Ángeles quien apartó el cañón de Bárbara.
Ángeles había despertado.
Su rostro estaba pálido y débil, sus labios apenas tenían color. Su frágil cuerpo descendió del carro, tambaleándose, apenas pudiendo sostenerse apoyada contra la carrocería.
En el momento en que el arma cambió de dirección, apuntando directamente a la frente de Ángeles, el semblante de Emilio cambió de inmediato. Pero Ángeles, en lugar de asustarse, sonrió. —Vamos, si tienes algo que arreglar, arréglalo conmigo. No lastimes a los que están a mi lado.
Emilio apartó el arma de inmediato, volvió a colocar el seguro y la arrojó a un lado. Luego, le gritó a Ángeles: —¿Estás loca? ¿Y si se dispara accidentalmente?
—No me importa.
La voz de Ángeles apenas tenía fuerza, pero su actitud seguía siendo firme, fría y sarcástica.
Ángeles se sorprendió de verdad esta vez. Su expresión se descontroló por un instante, y Emilio lo notó de inmediato.
—¡Lo sabía!
Entrecerró los ojos, y en sus pupilas color té brilló una luz peligrosa.
Ángeles sospechaba que venía a aprovecharse de la situación. Después de todo, cuando ella le lanzó la magia negra, lo había atormentado sin piedad.
Ahora que los papeles se habían invertido, conociendo el carácter vengativo y rencoroso de Emilio, lo extraño sería que no aprovechara la oportunidad para devolverle el golpe.
Ángeles arqueó una ceja y, sin apresurarse, admitió: —Sí, alguien me ha envenenado con una larva venenosa. Supongo que es mi karma. Ahora sí debes estar satisfecho, ¿no?
Pero lo que Emilio dijo a continuación la dejó atónita.
—Vas a estar bien. Encontraré la manera de solucionarlo.
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