El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 664

Bárbara puso la marcha y aceleró de golpe, levantando una nube de polvo mientras el vehículo desaparecía rápidamente de la vista.

No fue hasta que Emilio ya no era visible, que Bárbara finalmente habló. —Jefecilla, ¿cree que él hizo todo este alboroto realmente sin otra intención? ¿Todo por una botella de medicina?

—No lo sé.

Ángeles frunció el ceño, reflexionando sobre el comportamiento habitual de Emilio, que solía ser bastante imprevisible. Aunque últimamente se había moderado bastante, incluso en el incidente de la selva siguió su consejo y perdonó a Rafael y a Nancy.

Pero eso no significa que Emilio haya dejado de ser una amenaza.

Es peligroso.

Lo mejor sería mantenerse a distancia.

De repente, Ángeles recordó algo y extendió su mano, observando el dorso de su mano; no sabía si era una ilusión, pero justo donde Emilio la había tocado, sentía un ligero picor.

Pero al inspeccionarlo de cerca, no había nada visible.

No sabía si era algo psicológico o qué.

Ángeles sacudió la cabeza y dijo. —La próxima vez, mejor mantén distancia.

Pronto el auto llegó de regreso a la Casa Pérez.

Más tarde ese día, Vicente regresó; el sonido del auto deteniéndose frente a la puerta de la villa resonó mientras Ángeles estaba en el dormitorio organizando ropa.

Había venido con prisa y casi no había traído nada, pero después de haberse quedado unos días en la Casa Pérez, acabó acumulando más cosas, pues Vicente le había comprado bastante ropa, y el vestidor de cien metros cuadrados estaba casi lleno.

Ángeles solo organizó algunas prendas que había usado, demasiado perezosa para usar una maleta, simplemente las metió en una mochila.

Mientras cerraba el cierre, la puerta del dormitorio se abrió, Ángeles levantó la vista y vio a Vicente acercándose mientras desabrochaba los botones de su camisa.

La luz era intensa, casi deslumbrante, de modo que cuando Vicente llegó frente a ella, su mirada y sus cejas todavía eran impresionantes.

Hoy era el día de regresar a Ciudad de la Luz de la Luna, pero dado que la familia Pérez tenía un avión privado disponible en cualquier momento, Ángeles no puso la alarma y, cuando despertó, ya era mediodía.

Después de lavarse y comer, ya eran las dos de la tarde.

—Vamos.

Ángeles saludó a Lourdes, quien la acompañó hasta el helipuerto trasero de la montaña, no sin antes recordarle a Ángeles. —Vuelve a casa cuando quieras.

Ángeles no dijo nada, solo miró a Vicente un momento y luego se preparó para subir al avión con Bárbara.

Justo en ese momento.

En el otro extremo del helipuerto, de repente hubo unos destellos de luz intensos. Ángeles instintivamente giró la cabeza para mirar y vio a alguien en el camino montañoso opuesto sosteniendo un espejo, utilizando la refracción de la luz solar para hacer señales hacia ellos.

¡Era Belén!