El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 94

—¡Oye, estás loca! ¿Qué estás haciendo? ¡Ah...!

Valeria apenas empezaba a maldecir cuando Ángeles la empujó, haciéndola arrodillar y golpear su cabeza contra el suelo frente a Lucía.

¡Uno, dos, tres!

Paula también estaba a punto de correr, pero Ángeles la sujetó y la hizo golpear su cabeza contra el suelo.

¡Cuatro, cinco, seis!

—¿Lo ves? Esto es una vida humana, una vida que estaba viva. —Dijo Ángeles con los ojos rojos de furia: —¿Es su culpa ser llamada hija ilegítima? ¿No es el hombre que la traicionó el que debería ser culpado?

—Si no te gusta, podrías ignorarla o echarla, pero ¿por qué la arrojaste a manos de traficantes, dejándola sufrir tormentos?

—Ustedes han matado a una persona, una vida, ¿ni siquiera sienten un poco de remordimiento?

Ángeles, furiosa, obligó a Valeria y Paula a arrodillarse en el suelo y golpear sus cabezas frente al cuerpo cada vez más frío de Lucía.

Este método no puede redimir los pecados, ni mucho menos compensar nada.

Pero para agresores como ellas, ¿no es demasiado hacer que golpeen sus cabezas algunas veces?

¡El sonido de "¡pum, pum, pum!" resonaba sin cesar!

Hasta que la sangre manchó el suelo, Ángeles finalmente soltó sus manos, exhausta.

El cabello recogido de Valeria se deshizo, y quedó aturdida por los golpes, y al volver en sí, señaló a Ángeles con el dedo y gritó: —¡Mujer, te atreves a hacerme esto, te voy a matar!

Diciendo esto, se lanzó hacia Ángeles con una mirada feroz.

Gonzalo gritó: —¡Basta!

Gonzalo cerró los ojos, dolorido, no era la primera vez, su esposa también había muerto por un error con su veneno años atrás...

—Fui yo quien la mató, a Lucía.

Lágrimas de viejo corrían por las mejillas de Gonzalo.

Pero Ángeles soltó una risa fría, mirando fijamente a Valeria y Paula, y dijo: —Abuelo, no te apresures a sacar conclusiones, el verdadero culpable podría ser otro.

El veneno no es lo importante aquí, algunos venenos en momentos específicos pueden ser el antídoto que salva vidas, los objetos en sí no están mal, el error es de las personas.

Sobre todo de aquellos con intenciones maliciosas que desprecian la vida humana.

Gonzalo preguntó: —¿Quiénes?

—Ellas... —Ángeles extendió su mano, apuntando a Valeria y Paula: —¡estas dos son las culpables!