—Muy bien, dime tu apuesta —dijo Enrique con rostro sombrío.
—¡La colaboración con Grupo Coral! Si Compañía Clarín puede llegar a un acuerdo con ellos, entonces mi hermana les entregará a Nivea en bandeja de plata.
Los ojos de Clemente se iluminaron tras escuchar la oferta, ¡pues llevaba mucho tiempo codiciando esa empresa.
—No te emociones tanto todavía. —Le sonrió Kevin—. Si Nivea firma el acuerdo primero, tendrán que transferir todas las acciones de Compañía Clarín a René.
«Pero...». La expresión de Enrique cambió completamente en ese momento. Sí, quería sacar a René del juego, pero no se atrevía a hacer una apuesta con un riesgo tan alto.
—¡Aceptamos! —gruñó Alex—. Este mocoso no es más que un amante que vive de las mujeres. No sabe nada del mundo de los negocios. ¡¿Cuándo vamos a apostar si no es ahora?! ¿Tengo razón o no tengo razón, Elías?
Ante su entusiasmo, Elías miró a Kevin de reojo y con desdén.
—¿De verdad crees que puedes conseguir un proyecto de Coral solo porque lo quieres? Con todo respeto, Nivea tal vez ni siquiera sea capaz de entrar en la asamblea de licitación.
Al escuchar eso, Enrique se sintió más seguro y anunció con confianza:
—¡Muy bien, apostaremos!
El salón entero estalló en comentarios.
—¿Quién demonios se cree este hombre? Parece que desea morir.
—René está condenada. ¿Qué tiene ella para ir contra los Winsor?
—Prepara las palomitas. Tenemos un buen espectáculo en la asamblea. ¡Este hombre seguro condenó a René para siempre!
Mía, por su parte, incluso se rio.
—Dime, René, ¿qué tan estúpida eres? ¿Dejas que este hombre tome las decisiones? ¿De verdad no tienes otra familia?
A continuación, todo el lugar estalló en carcajadas. Elio estaba lívido de rabia mientras que Isabel lloraba.
—¡René Vinstor, maldita muchacha! ¿Cómo puedes arrastrarnos al infierno contigo? Oh, por todos los...
René se quedó boquiabierta.
—Kevin, tú... estropeaste todo…
Sin embargo, Kevin la agarró de la mano, se levantó, barrió con la mirada el salón y dijo sin entusiasmo:
—Como la apuesta está hecha, y no tengo ningún interés en este banquete familiar, nos vamos. No hace falta que nos acompañen a la salida.
Con eso, condujo a René fuera del salón de banquetes.
—¡Kevin... Kevin Nicodemus! —Después de salir del hotel, René se soltó del agarre del joven—. Kevin, ¿qué estás haciendo? ¡¿Sabes lo que Nivea significa para mí?!
—Sí lo sé y es exactamente por eso por lo que quiero ayudarte a retenerla.
—¿Quién eres tú? —Se oyó una voz femenina maliciosa.
Justo cuando quiso responder, vio algo blanco y la mujer salió en una fracción de segundo, dándole una patada sin mediar palabra.
—¡Hermana, estás desnuda! —Kevin bromeó mientras esquivaba sus ataques sin siquiera sudar.
Pero, poco a poco, se dio cuenta de que algo no iba bien. Cada uno de sus ataques estaba dirigido con precisión a sus puntos vitales y la finalidad era matarlo. Su procedimiento era tan magistral que las élites de Isla Coral no eran rivales.
«Espera...». De repente, Kevin se dio cuenta de que la mujer que tenía enfrente debía ser su tercera hermana, Selena Ledesma. Por aquel entonces, tanto a Alicia como a Selena les encantaba jugar con cuchillas, solo que la primera las usaba para salvar, mientras que la última las usaba para matar. Además, Selena no se limitaba a las cuchillas; era una maestra en hacer y soltar veneno, emboscar, herir insidiosamente y mucho más. Gracias a ella, Kevin nunca había visto una rata viva en sus siete años en el orfanato.
—Yo solo mato a quien y a lo que hay que matar —le dijo una Selena de diez años a un Kevin de siete.
Recordando eso, Kevin la contuvo entre sus brazos con su pecho sobre la espalda de la mujer.
—Vaya que no tienes piedad. ¿Cómo puedes matar a tu marido?
—¡Suéltame! —Todo lo que Selena llevaba puesto era un camisón muy revelador, así que después de una pelea, sus partes privadas estaban bastante a la vista—. ¿Quién demonios eres? ¿Por qué te escabulliste en la casa de otra persona?
Selena luchó por liberarse un par de veces, solo para fallar en todas, y no pudo evitar sentirse sorprendida y preguntarse quién podría ser tan fuerte.
—Yo iba a preguntarte a ti, ¿cómo puedes lanzarle un puñetazo a alguien sin una palabra, Selena?
—Tú... —Justo cuando Selena abrió la boca, se dio cuenta de algo y giró la cabeza con incredulidad—. ¿Cómo me llamaste? —preguntó con voz temblorosa, mirando el rostro que tenía a escasos centímetros.

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