En lugar de enojarse, Daniel sonrió.
-Señor Lara, como dice el dicho, al que madruga Dios lo ayuda y dado que llegué antes que todos, debo obtener una pequeña ganancia, ¿no cree? Señorita Coronel, va a recibir el dinero de la transferencia en 10 minutos, por favor revise la cuenta una vez que haya pasado ese tiempo.
Santiago y Elena estaban conmocionados, ¿en verdad Daniel había conseguido un buen trato? Por su lado, a Sasha comenzó a faltarle el aire de la emoción, el depósito por sí solo sería de 300 millones, jamás había habido una cantidad de dinero tan grande en la cuenta de la empresa, no obstante, ahí no terminaba todo, pues antes de que la transferencia se realizará, un grupo de personas se aglomeró en la entrada. El líder del motín era un hombre de mediana edad quien comenzó a reírse en cuanto cruzó la puerta.
-¡Justo cómo lo imaginé! ¡El señor Medina llegó antes que yo! ¡Estoy muy impresionado!
Daniel miró al grupo de personas y sonrió.
-Aun así, parece que llegaste temprano, aunque hace apenas un rato despegaste del aeropuerto de Linden, ¿alquilaste un avión?
—¡Ja, ja, ja! Hace un tiempo compré uno así que puedo despegar cuando quiera.
Todos estaban asombrados, dado que la persona que tenían enfrente podía pagar un avión privado significaba que no era alguien ordinario, además, podía mantener una conversación con Daniel como si fueran ¡guales, en definitiva, ese hombre debía tener un trasfondo poderoso.
-¿Quién de ustedes es la señorita Coronel? -preguntó el hombre.
—¡Soy yo! —contestó Sasha.
El hombre de inmediato caminó hacia ella y se presentó:
-¡Hola, señorita Coronel, mi nombre es Cristóbal Muñoz!
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