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El Retorno de la Princesa romance Capítulo 1

Llovió sin parar durante siete días. Las inundaciones lo cubrían todo y los deslaves arrasaban con varias zonas montañosas.

Dentro de la casa, Beatriz Rosales, sentada en su silla de ruedas, observaba los relámpagos y el aguacero torrencial que caía afuera.

Sostenía el teléfono, con una expresión de incredulidad total.

—¿Estás diciendo que no fue Elías quien me mandó al psiquiátrico?

Apoyó las manos sobre sus rodillas vacías; debajo de ellas, solo había un par de prótesis inertes.

Se mordió el labio.

—Entonces, la persona que provocó mi accidente de carro, que hizo que me amputaran las piernas y que perdiera un ojo, ¿tampoco fue Elías?

—¿Y quién fue el que me donó médula ósea?

Del otro lado de la línea, una voz respondió:

—Quien le donó la médula fue el señor Quirós. El hermano que usted buscaba también era él.

¡Ese era el resultado de tres años de investigación!

Beatriz apretó los labios y preguntó con rabia contenida:

—Entonces, ¿quién fue el que me hizo daño? ¿Quién mató a mis seis hermanos?

—Fue…

—¡Bea!

Beatriz escuchó un grito desgarrador y, al levantar la vista, vio una figura que se abalanzaba sobre ella.

-¡Bum!-

La villa, ubicada en la ladera de la montaña, fue sepultada en un instante por el deslave.

...

-Tic, tac.-

Una gota de sangre cayó sobre la cara de Beatriz, despertándola.

Se sentía aplastada, incómoda. Abrió los ojos y solo vio oscuridad, no podía distinguir nada. Pero el olor que emanaba de él le resultaba familiar.

Beatriz levantó una mano para intentar apartarlo, pero sentía como si una montaña la estuviera aplastando; no logró moverlo ni un centímetro.

Con el deslave, la villa quedó enterrada. Él había arqueado su ancha espalda para protegerla con su cuerpo, deteniendo el muro que se derrumbaba y manteniéndola a salvo entre sus brazos.

Beatriz le tomó la cara entre las manos, pero solo sintió una sangre pegajosa. Su voz tembló.

—¡Elías!

Él respondió con un murmullo apenas audible:

—Bea, no tengas miedo, siempre estaré a tu lado.

La misma voz, la misma promesa.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Beatriz.

—Elías, al final viniste a buscarme. ¡No debiste haber venido!

Habían pasado tres años desde que escapó del psiquiátrico y se escondió de él. ¡Pensó que nunca más volverían a verse! Y ahora, en este momento de peligro, él aparecía para protegerla con su vida.

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