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História El Secreto de Mi Prometido Capítulo 72
El Secreto de Mi Prometido por Internet
Al día siguiente, cuando Luisa llegó a la oficina, se dio cuenta de que el ambiente estaba algo extraño.
Por donde pasaba, siempre escuchaba susurros.
Luisa se sentó en su escritorio.
El abogado Tomás, quien compartía la oficina con ella, aún no había salido del hospital, por lo que ahora estaba sola en la oficina.
No pasó mucho tiempo antes de que Isabella llegara.
Se paró justo en la puerta, tocó dos veces y le dijo a Luisa en un tono severo: —Ven a mi oficina.
Luisa ya sabía de qué se trataba, tal vez sobre lo sucedido la noche anterior.
En la oficina, Isabella estaba sentada en su silla, con la mirada afilada y una expresión furiosa. —Anoche te dije que fueras con Ricardo a negociar el caso, pero escuché que tuviste un terrible altercado con los clientes y que hasta los golpeaste.
Luisa le explicó en detalle: —Fui a negociar el caso, pero esos dos empresarios solo pensaban en cosas indecentes. Me atacaron de la peor manera, y yo solo me defendí.
Isabella, furiosa, le respondió de forma más severa: —Luisa, sé que eres buena con las manos, que la última vez nos salvaste cuando alguien causó problemas, pero debes entender de una vez por todas que la violencia no resuelve nada.
Luisa, impasible, dijo: —Al principio traté de ser educada, pero esos dos tipos parecían no entender lo que les decía. Supervisora Isabella, soy abogada, no una entrenadora de artes marciales. Con clientes como esos dos tipos, mejor no tenerlos.
Al escuchar esto, Isabella explotó. Golpeó la mesa con fuerza y gritó enloquecida:—¡Qué arrogante! ¿Sabes cuánto daño le has causado a la firma con tu imprudencia anoche? ¡Un contrato de asesoría legal por cinco años son veinte mil dólares! Y esos casos de disputas contractuales y violaciones de marcas generaban al menos setenta mil dólares en honorarios. Tú, por puro capricho, los golpeaste. ¿Vas a cubrir tú misma esos noventa mil dólares de pérdida?
Luisa, con una altivez impresionante, respondió:—Perfecto, hoy mismo lo compensaré. Pero a partir de ahora, no me mandes con clientes tan repugnantes.
Isabella no creía que Luisa tuviera la capacidad suficiente de cubrir tal pérdida. Con tono firme, dijo: —Antes de que termine el día, quiero ver el contrato firmado y la transferencia de pago. Si no lo tienes, no vengas mañana. Según las reglas internas de la firma y la ley laboral, si has causado una pérdida tan grande, la firma tiene derecho a despedirte sin compensación alguna.
Luisa, con una mirada decisiva, respondió: —Lo sé.
Salió a paso largo de la oficina de Isabella y pasó por la oficina de Ricardo.
Justo en ese momento, Ricardo salió y se cruzó con Luisa.
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