Alexis regresó al departamento que compartía con Carolina hasta el día siguiente. No había recibido ni un solo mensaje de ella en todo ese tiempo. ¿Acaso se le estaba subiendo la valentía a la cabeza?
—¿La señora regresó ayer? —preguntó Alexis al entrar.-
Sandra negó con la cabeza.
—Señor, la señora parece que salió de viaje por trabajo. No dijo cuándo volvería.
¿Viaje de trabajo? ¿O simplemente estaba evitándolo?
La verdad, a Alexis tampoco le quitaba el sueño. Sabía que Carolina, después de enojarse un rato, terminaría regresando sola. Además, ya estaban comprometidos, hasta se habían tomado las fotos de boda, y el matrimonio era solo cuestión de tiempo. Las palabras que Carolina le lanzó el día anterior sobre cancelar la boda no le hacían ni cosquillas. ¿Cómo iba a dejar pasar este matrimonio así de fácil?
—Está bien, ya lo entendí —dijo Alexis, subiendo directo al segundo piso.
La habitación principal, la que sería su nido de casados, seguía vacía; habían decidido esperar a mudarse allí hasta después de la boda. Por eso mismo, ni siquiera notó que la gran foto de boda que colgaba en la pared blanca ya no estaba.
Alexis apenas se sentó cuando recibió la llamada de su abuelo.
—Alexis, ¿ya se casaron tú y Carito? No vi que publicaran nada en el grupo.
Alexis vaciló un segundo.
—Abuelo, ese día tuve un asunto pendiente y no pudimos casarnos. Se me olvidó avisar. Apenas pase su fiesta de cumpleaños, lo hacemos.
—Cásense pronto, así me dejas tranquilo —le soltó el abuelo con tono de reproche.
—Por cierto, escuché que Marisol ya regresó al país.
Alexis sabía bien que cinco años atrás, Marisol se había ido porque el abuelo quiso arreglarle un matrimonio que ella detestaba. No tenía idea de qué platicaron abuelo y nieta, pero apenas el abuelo canceló aquel compromiso, Marisol se fue sin avisar, ni siquiera a él.
Ese año, Alexis tuvo roces fuertes con la familia. Solo después de comprometerse con Carolina las cosas se suavizaron un poco.
—Creo que sí, regresó —respondió Alexis, fingiendo indiferencia.
El tono de Alexis dejó tranquilo a Benjamín.
—Bueno. Le pedí a tu papá que la contacte. ¿Cómo va a regresar y no pasar por la casa? Eso no se hace.
Luego, la voz del abuelo se puso más seria:
[¿Otra vez con tus jueguitos? ¿Quién dijo que acepto terminar? Mañana a las siete te paso a buscar. Carolina, tú sabes lo mucho que mi abuelo te aprecia. Si tienes tantita conciencia, no vas a arruinarle el cumpleaños, ¿verdad?]
El mensaje, mitad advertencia, mitad amenaza.
Carolina soltó una carcajada seca ante su intento de manipularla.
[Voy si me pagas mi tarifa por asistir.]
[Aclara que es pago por servicio, por favor.]
Alexis, ya con la expresión endurecida, no alcanzaba a entender qué clase de juego traía entre manos esa mujer. Pero no tenía ganas de discutir, así que le transfirió un millón de pesos sin decir palabra.
Casi al instante, Carolina retiró el dinero y le mandó un sticker:
[Gracias, jefe. Así sí se puede. —sticker de “jefe generoso.jpg”—]
Ni una sílaba extra. Para Carolina, cualquier palabra de más era mala vibra.

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