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El Tío que Robó Mi Corazón romance Capítulo 9

Carolina se quedó helada ante esa pregunta inesperada, sin saber cómo reaccionar.

Apenas hace un momento se burlaba de Alexis, y ahora le tocaba a ella quedarse sin palabras.

Si de por sí Alexis le temía a ese hombre, Carolina prefería mil veces no cruzarse nunca con el famoso tío de Alexis.

...

A los dieciséis años, Carolina pasó un mes entero ensayando en su mente cómo declararse. Aprovechó que los adultos de la familia Loza no estaban en casa para buscar a Alexis y confesarle lo que sentía.

Con la cabeza baja y los nervios apretándole el estómago, se plantó frente a la puerta de la habitación de Alexis. Miraba fijamente la punta de sus zapatos, respirando hondo para reunir el valor necesario y tocar la puerta.

La puerta se abrió despacio. Carolina seguía sin levantar la mirada, incapaz de ver al chico que le hacía temblar el corazón.

Con las mejillas encendidas y reuniendo el coraje de toda su corta vida, apenas susurró:

—Alexis, me gustas.

No quería recordar jamás ese momento bochornoso. La voz de un hombre, cargada de una ligera disculpa, retumbó en sus oídos:

—Carito, el cuarto de Alexis está abajo.

Carolina levantó la mirada, aterrorizada, y se dio cuenta de que no era Alexis quien estaba frente a ella, sino su tío.

El hombre llevaba una toalla colgada al hombro, recién salido de la ducha, y el aroma del jabón flotaba a su alrededor. Sus ojos tenían una curva burlona y un dejo de sorpresa.

Carolina no se atrevía ni a mirarlo. Murmuró un “perdón” y salió corriendo escaleras abajo sin volver la vista.

Después de eso, Carolina pasó meses sin atreverse a pisar la casa de los Loza.

...

—¿En qué andas pensando? —Alexis le dio un leve tirón a Carolina, quien regresó de inmediato a la realidad.

Ella bajó la cabeza con rapidez, y su voz apenas se escuchó:

—Buenas tardes, tío.

Alexis chasqueó la lengua en su interior; hace un momento Carolina lo enfrentaba sin miedo, pero apenas veía a su tío, se volvía otra persona.

—Tío, justo estábamos hablando de ti. Hace años que no regresabas, te extrañamos mucho.

Mauro se sentó al lado del patriarca de la familia, se quitó el saco y lo colgó en el respaldo de la silla. Arremangó las mangas de la camisa con indiferencia.

—¿Ah sí? Yo recuerdo que la última vez que me fui al extranjero, tú, Alexis, eras el que más reía.

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