Ella Aceptó el Divorcio, Él entró en Pánico romance Capítulo 200

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Sebastián

Nunca pensé que Scarlett aceptaría verme.

Se había encerrado en sí misma desde el juicio, sin hablar con nadie, ni Johnny Vanderbilt, Damian... ni siquiera con Lilith. La prisión se había convertido en su caparazón protector donde se escondía del mundo. Pero cuando solicité verla, aceptó la visita.

Me saqué de encima todo el desastre, me duché como si fuera a una peregrinación. Tuve que entregar todas mis pertenencias antes de pasar por un estricto control de seguridad. El vacío dentro de los muros de la prisión bajaba la temperatura unos 4 o 5 grados respecto al exterior, lo mismo ocurría con los rostros inexpresivos de los guardias.

Los seguí adentrándome cada vez más en ese infierno, incapaz de imaginar lo que Scarlett sintió cuando caminó por allí sabiendo que no volvería a salir.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando ese pensamiento me golpeó.

—Veinte minutos —me advirtió fríamente la guardia antes de abrir la pesada puerta de hierro.

Un fuerte pitido estalló cuando la luz roja en la esquina superior derecha de la puerta se apagó repentinamente, con su movimiento.

Scarlett ya estaba sentada detrás del grueso cristal, era la única alma en la habitación.

No sabía si podía oírme, pero aunque pudiera, no dio ninguna señal de ello, hasta que me senté frente a ella.

No era el desastre que imaginé que sería, se había cortado su largo cabello hasta las orejas, atrayendo más atención hacia su clavícula hermosa, pero frágil. Perdió mucha sangre al dar a luz a Alice, perdiendo también mucho peso después. Los pocos días en que rechazó la comida dejaron su rostro pálido, y el sufrimiento dejó una sombra oscura bajo sus ojos. Pero se mantenía limpia, y en sus ojos encontré algo sereno.

Tomé el teléfono y lo presioné contra mi oído, muriendo por escuchar su voz, aunque fuese una sarta de maldiciones.

Me observó, inexpresiva.

—¿Scarlett? —pregunté.

Tenía tanto que contarle, demasiado que decirle. Había avanzado en el caso de Ava, Lilith rompió con Damian Vanderbilt, o quizás, sobre la condición de Alice. Cualquier cosa para evitar que siguiera ardiendo en el infierno que la atrapó.

El reloj avanzaba, cada tic-tac era una puñalada en mi corazón.

—¡Scarlett! —presioné mi mano contra el cristal, tratando de captar su atención porque parecía que ni siquiera me veía. Mi garganta se contrajo cuando me golpeó un pensamiento terrible: quizás Scarlett aceptó verme solo para hacerme pasar esos silenciosos 20 minutos como castigo.

¿Cómo podía ser eso un castigo adecuado?

—Si quieres venganza, ¡tómala! Pero por favor, no...

De repente, Scarlett se movió. Parpadeó, me vio antes de alcanzar lentamente el teléfono y llevárselo al oído, como si acabara de notarme.