—¿Quién te dijo que la llamaras mamá Scar? —preguntó Sebastián, observando a Scarlett con cuidado para evitar que ella los viera, sin perderla de vista.
No sabía que Scarlett estaba allí, ni esperaba que Alice saltara del carrusel cuando lo vio. Había notado que Lilith había traído a Alice a jugar, así que se acercó.
—ELLA ES mamá Scar... —respondió Alice en tono ofendido, confundida.
—¿Ella sabe que soy tu papá? —preguntó Sebastián, conociendo la respuesta; Scarlett no lo sabía, o ya habría unido las piezas.
Necesitaba decírselo, pero no podía, no por culpa de Silco.
Por más que intentó investigar a ese hombre, no pudo encontrar nada demasiado extraño, el tipo parecía limpio. Adam Smith fue el nombre que Sebastián encontró. Un nombre tan ordinario que resultaba casi aburrido, incluso descubrió por qué odiaba a los Fuller: la preciada pequeña empresa de Jack Fuller, la que mantuvo cuidadosamente durante tantos años, fue comprada por un tal "Smith" por el precio de un dólar.
Ese era el tipo de trato que siempre tenía una historia sangrienta detrás.
Por mucho que no quisiera confiar en ese hombre, debía admitir que no había nada malo en él. Si acaso, la hostilidad que sentía solo provenía del hecho de que era el hombre al que ella le permitía estar cerca.
No podía decírselo a Scarlett porque acaba de descubrir un atisbo de esos oscuros cinco años que pasó lejos; sufrió de depresión posparto. Algo que él nunca esperó que se le presentara en su vida, que le sucediera a la mujer que más le importaba. Cuando finalmente descubrió la verdad por medio de un amigo abogado, deseó con todas sus fuerzas que esa no fuera la causa del misterioso traslado de Scarlett, pero entonces, Lilith se lo confirmó.
Le dijo que Scarlett la había contactado, y eso fue cuando la condición de Scarlett ya había mejorado.
La dejó sufrir sola en la oscuridad durante años, tal como estuvo atrapada en aquellos bosques oscuros. Excepto que esta vez, él no la encontró. Ella encontró su propia salida, y lo que salió de esos bosques esta vez, no fue un ángel.
No sabía cómo podría sanar a Scarlett para devolverle a su hija, pero en ese instante, necesitaba devolverle a Alice, así fuese como la hija de una amiga.
—Alice, necesito que me hagas un favor y es muy importante —Sebastián sostuvo los hombros de Alice, mirando esos ojos que le resultaban tan familiares.
—¿Sí, papá? —Alice le regaló una sonrisa mucho más madura que su edad.
—No puedo encontrarme con tu mamá Scar ahora mismo. ¿Crees que podrías evitar decirle que me viste aquí?
Scarlett se estaba poniendo ansiosa. Sebastián miró en su dirección con preocupación, su corazón latía rápido en su pecho.

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