Por otro lado, Esther no tenía ni idea de que apenas había regresado a Ola de Plata, ya había sido descubierta por aquel hombre.
León y Ciro actuaron con una rapidez impresionante y en menos de medio día, la información sobre la identidad de Esther y Benjamín ya estaba en el escritorio de Tristán.
—Señor, es realmente Esther, y ese niño es su hijo.— Informó León con una expresión algo complicada, ya que en realidad, Esther los había atormentado durante cinco años y en ese tiempo, buscarla se había convertido en una obsesión para ellos.
León incluso tenía una expresión de enfado contenida.
Tristán bajó la cabeza y miró atentamente los documentos en sus manos, en los cuales, había una foto de esa mujer y ese niño con una sonrisa radiante.
Tristán apretó los labios y su mirada se posó en la dirección actual de ellos, en la Residencia Las Laguna.
—Señor, ese niño se parece mucho a usted…— Comentó León, pues él pensaba que definitivamente era el hijo de su jefe.
Aunque Esther les había causado mucho resentimiento, el pequeño llamado Benjamín, cuyo nombre completo era Benjamín Robles, era una versión en miniatura de su jefe, y parecía… bastante adorable.
De todos modos, ellos no tenían corazón para hacerles daño a ambos, al menos no al niño. Quizás deberían dejar a la madre y quedarse con el hijo, sin embargo, eso debía decidirlo el señor.
Si Tristán decidía resolver la situación drásticamente, ellos estarían dispuestos a interceder por el niño.
Esperaron en silencio durante un tiempo, pero al final, el hombre solo dijo: —Por ahora, no hay que hacer nada.
León y Ciro estaban un poco sorprendidos; después de cinco años de búsqueda, en ese momento que finalmente los habían encontrado, su jefe se mantenía tranquilo.
—¿Entonces… enviamos a alguien a vigilar?— Sugirió Ciro con cautela.
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