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Madeline ya había salido de ahí, cuando escuchó a Meredith gritar las palabras. Una chispa de esperanza parpadeó en sus ojos.
Su corazón también se aceleró, mucho más de lo que su cuerpo podía soportar.
Sin dejar de sospechar, se giró despacio y levantó su fría mirada. "Sabes que eso no te hará inocente".
Con los ojos enrojecidos del enojo, Meredith dijo. "¡No estoy mintiendo! Tu hijo sigue vivo. Sólo te dije que estaba muerto, para que te sintieras mal. Escondí a tu hijo, para utilizarlo como moneda de cambio, algún día".
Madeline calmó sus emociones, mientras se dirigía lentamente hacia Meredith. "¿Dónde están las pruebas? Dime por qué debería creerte".
"¿Prefieres creer que tu hijo vive o que está muerto?", Meredith respondió, con una sonrisa, pues sabía que Madeline se preocupaba mucho por el niño que nunca había tenido la oportunidad de ver.
¡Definitivamente, a Madeline nunca se le pasaría por la cabeza que su hijo había estado cerca, todo este tiempo!
Meredith aprovechó el silencio de Madeline como una oportunidad para seguir diciéndole cosas. "Sácame de aquí, Madeline, y te diré dónde está tu hijo bastardo. O si no...".
"Si crees que esto te sacará de aquí, estás muy equivocada", interrumpió Madeline.
Meredith se quedó sorprendida, boquiabierta ante la expresión indiferente que mostraba Madeline. "¿No quieres saber sobre tu hijo, Madeline?".
"Claro que sí, pero también sé que no me vas a decir la verdad. E incluso si lo haces, puedes renunciar a la idea de salir de aquí. ¡Pagarás por las muertes de mi abuelo y de Brittany!".
Meredith se paralizó, mientras la expresión de su rostro se desvanecía lentamente. Aturdida, observó cómo Madeline se daba la vuelta con indiferencia.
¿Seguía siendo ésta la misma Madeline Crawford que una vez había paseado y pisoteado, libremente?
Le resultaba difícil creer que alguien pudiera cambiar, tan drásticamente.
Esta moneda de cambio suya se había convertido, ahora, en una inmensa ventaja para Madeline. Se había burlado a sí misma.
Meredith lo lamentó mucho, pero ya era demasiado tarde para que pudiera hacer algo al respecto.
Al irse del centro de detención, Madeline miró el cielo azul con la alegría y el gozo perdidos, hace tiempo, en sus ojos.
Madeline sonrió a la par que las lágrimas caían de sus ojos.
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