—Señorita Ramos, aquí está el plan de desaparición que reservó. La fecha de ejecución será el día de su boda, dentro de dos semanas. El método será una caída accidental, y la encargada de llevarlo a cabo será usted misma. Por favor, confirme y firme aquí.
Oriana Ramos asintió apenas, luego tomó la pluma y firmó su nombre con trazo decidido al final del documento.
...
Las calles estaban llenas de gente y ruido, pero Oriana caminaba sola en dirección a casa, con el paso lento y la mente perdida. Levantó la vista sin querer y, a lo lejos, en la pantalla LED de un edificio, se repetía una y otra vez el video del momento en que Federico Ibañez le pidió matrimonio.
En el video, Federico, que siempre parecía tan firme y seguro, se arrodillaba frente a ella. Sostenía el anillo con manos temblorosas, y cuando ella aceptaba con un “sí, quiero”, sus lágrimas, contenidas por tanto tiempo, finalmente brotaban.
Esa escena tan tierna provocó que dos chicas a un lado de Oriana se abrazaran y lloraran de emoción, con los ojos llenos de envidia.
—¡No lo puedo creer! ¡Federico sí que está enamorado de Oriana hasta los huesos!
—Totalmente, el señor Ibañez es un romántico empedernido. Dicen que son amigos de toda la vida, que a los dieciséis ya no pudo evitar declararse. Y a los veinte, le hizo una corona con el diamante rosa más raro del mundo, solo para llamarla su princesa para siempre. A los veintidós, cuando la señorita Ramos tuvo el accidente de carro y necesitaba una transfusión urgente, él casi se muere por salvarla. Y ahora, a los veintiséis, le pidió matrimonio en vivo, para todo el mundo, dándole la propuesta más espectacular de la historia. ¿Dónde vas a encontrar a alguien que consienta así a su esposa?
...
Oriana dejó de escuchar y bajó la cabeza, ocultando la burla en sus propios ojos.
Todos admiraban su relación. Todos decían que Federico la amaba hasta el extremo.
Pero nadie imaginaba que ese mismo hombre, tan perfecto a los ojos de todos, llevaba cinco años ocultándole a una famosa con la que compartía una vida secreta.
Las noches en que él decía estar ocupado en la oficina, la realidad era muy distinta: estaba con esa estrella, compartiendo caricias y secretos. Cuando la verdad salió a la luz, el corazón de Oriana se sintió desgarrado, como si lo atravesaran con un cuchillo, dejándola herida y sin fuerzas.
Se limpió las lágrimas del borde de los ojos y estaba por irse, cuando un carro negro frenó a pocos metros de ella. De inmediato, la puerta trasera se abrió y un hombre alto bajó con paso decidido, acercándose rápidamente.
—Ori, quedamos en que me esperarías en casa. Apenas terminara el trabajo, iba a buscarte para ir juntos a probarte el vestido de novia. ¿Por qué saliste sola?
Federico le tomó la mano en cuanto llegó a su lado. Al sentir lo fría que estaba, se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros, abrumado por la preocupación.
—Tienes las manos heladas. Si no te abrigas, te vas a enfermar y me vas a matar de un susto, ¿sabes?
Oriana no respondió. Solo lo miró, en silencio, directamente a los ojos. Él parecía genuinamente preocupado, sin rastro de fingimiento. Y eso la confundía más, porque no entendía cómo alguien podía amar a dos personas al mismo tiempo.
Federico ajustó la chaqueta en sus hombros, preparándose para llevarla al carro. En ese momento, las dos chicas que antes la miraban reconocieron la escena y, al verlos, sus ojos se llenaron de emoción.

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