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Fingí Mi Muerte: La Venganza Es Mía romance Capítulo 2

Ellas se acercaron con emoción, las mejillas encendidas, y al hablar apenas y podían hilar las palabras.

—Ho-hola, ¿ustedes son Oriana y Federico? Nosotras somos sus fans, ¿podemos tomarnos una foto con ustedes?

Oriana no quiso arruinarles el momento. Dudó un instante, pero al final asintió con la cabeza.

En cuanto obtuvieron el permiso, las dos chicas los rodearon y se pusieron al centro, listas para la foto.

Federico, aunque no era fan de las fotos, accedió y pasó un brazo por los hombros de Oriana, ambos mirando hacia el celular.

Al terminar, las chicas, todavía con las caras rojas, no dejaban de agradecerles, soltando bendiciones y buenos deseos para que su amor durara toda la vida y su matrimonio fuera feliz.

¿Toda la vida juntos?

Oriana alzó la mirada hacia Federico; sus ojos se cruzaron. Él le regaló una sonrisa tan tierna que casi podía derretir el corazón, como si le estuviera diciendo que también creía en esos deseos.

Pero solo ella sabía en el fondo, que entre ellos ya no había futuro.

...

En la entrada de la tienda de vestidos de novia, Oriana apenas bajaba del carro cuando la empleada, que ya la esperaba, corrió a recibirla con una mezcla de emoción y envidia.

—Señorita Ramos, el señor Ibañez preparó especialmente cientos de vestidos para usted. Puede probarse los que quiera y elegir el que más le guste.

Oriana no respondió. Solo miró a Federico, que estaba a un lado, absorto en su celular, con una expresión que le resultaba extrañamente familiar.

Esa mirada, ese brillo en los ojos, solo lo había visto en las fotos donde él abrazaba a esas actrices jóvenes.

Al sentir la mirada de Oriana, Federico guardó el celular con prisa y se acercó, mostrándose algo culpable.

—Ori, perdóname, acaba de salir un asunto urgente en la empresa. Le pedí al chofer que espere aquí. Cuando termines de probarte los vestidos, deja que él te lleve a casa.

Al terminar de hablar, le dio un beso rápido en la frente y subió de inmediato a otro carro, dejándola sola.

La empleada, algo incómoda, preguntó en voz baja:

Oriana apagó la pantalla. Cerró los ojos y luchó por calmar esa punzada que sentía en el pecho, como si miles de agujas le atravesaran el corazón.

Pensó que después de tantas fotos, ya estaría curada, insensible.

Pero el dolor, esa ola que no perdona, la arrastró de nuevo, colándose hasta los huesos.

Se obligó a guardar el celular y cerró los ojos, intentando dormir.

...

Esa noche, Oriana se quedó dormida en la orilla de la cama, con los ojos hinchados de tanto llorar. A su lado, el celular vibraba cada hora, sin descanso, hasta que amaneció.

Al despertar, revisó el teléfono y descubrió que desde la noche anterior hasta la mañana siguiente, Marisol le había enviado una foto cada hora. Todas mostraban condones usados.

[Anoche me tuvo toda la noche, inventando cosas nuevas. Apenas puedo caminar. ¿Te ha tratado así alguna vez?]

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