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Fingí Mi Muerte: La Venganza Es Mía romance Capítulo 15

Esperanza dio media vuelta y salió del balcón con paso firme, regresando al lado de Adolfo.

Al verla llegar, Adolfo notó el tono pálido en su cara y, preocupado, le preguntó:

—¿No te hizo nada ese tipo, verdad?

Esperanza negó con la cabeza y respiró hondo.

—No te preocupes, todo va conforme al plan. Ya mordió el anzuelo. Ahora solo falta ver cómo lo llevamos, a él y a Marisol, hasta el fondo del abismo.

En sus ojos brillaba esa chispa inquebrantable; el deseo de venganza ardía en su pecho con más fuerza que nunca.

—Perfecto. Mañana te voy a poner como responsable de proyecto en la empresa. Yo sé que puedes con eso y más. De hecho, varios de los proyectos que están en puerta son en conjunto con el Grupo Ibañez, así que eso te va a ayudar para hacer lo que tienes en mente —dijo Adolfo, dándole una palmada en el hombro.

Esperanza asintió, agradecida.

—Gracias, Adolfo.

—Entre tú y yo, ¿para qué andamos con agradecimientos? La neta, yo lo que quiero es que me pagues con tu corazón —bromeó Adolfo, lanzándole una sonrisa cómplice.

Esperanza soltó una risa ligera. Llevaba dos años conviviendo con Adolfo y sabía que era un hombre fuera de serie.

Sin embargo, en el fondo, seguía teniendo una espina clavada. Porque aquel tipo, en su momento, también había sido increíblemente bueno con ella. Tanto, que llegó a pensar que todo lo que vivía era un sueño.

Y al final, sí resultó ser un sueño... Uno del que despertó bruscamente.

Sentía aprecio por Adolfo, pero necesitaba tiempo para abrirle el corazón. Antes, tenía que cerrar el capítulo anterior, dejar ir el pasado...

—No tienes que contestarme ahorita. Piénsalo, de verdad. Ojalá algún día pueda escuchar buenas noticias de ti —dijo Adolfo, rompiendo la tensión, y luego la llevó a conocer a varias personas que podrían ayudarle en su carrera.

...

Federico habló con un matiz extraño en la voz. No podía quitarse de la cabeza la sensación de que Esperanza y Oriana compartían algo más que un simple parecido.

Esperanza curvó los labios en una sonrisa educada.

—Señor Ibañez, ojalá esta vez la colaboración sea productiva.

La sonrisa solo era una máscara; sus ojos, sin embargo, no mostraban ningún rastro de calidez.

Comenzó la reunión. Esperanza expuso el plan de trabajo con absoluta claridad. Cada palabra suya destilaba profesionalismo y seguridad, como si cada frase clavara una estaca más en el corazón de su rival.

Federico no podía dejar de observarla, cada vez más intrigado. La fuerza, la inteligencia y el aire misterioso de esa mujer lo hacían pensar, inevitablemente, en Oriana.

—Señorita Díaz, tengo unas dudas sobre los detalles de implementación del proyecto —interrumpió Federico de pronto, sin apartar los ojos de ella.

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