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Fingí Mi Muerte: La Venganza Es Mía romance Capítulo 16

Esperanza levantó la cabeza y sostuvo la mirada de Federico. Por dentro, se le escapó una risa sarcástica, pero en su cara seguía tan serena como siempre.

—Adelante, señor Ibañez, lo escucho.

Federico lanzó un par de preguntas. Parecían normales, como si solo quisiera discutir detalles del proyecto, pero en realidad buscaba poner a prueba a Esperanza.

Ella lo tenía claro. Sin perder la calma, respondió una a una, cada respuesta tan precisa y certera que Federico no pudo encontrarle un solo pero.

—Veo que la señorita Díaz sí que es toda una profesional —dijo Federico, mostrando apenas una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Esperanza asintió suavemente.

—Me alaga, señor Ibañez, pero solo cumplo con mi trabajo. Más bien, me parece curioso que usted no se muestre tan interesado en este proyecto. Las preguntas que hizo, sinceramente, son detalles mínimos y poco relevantes.

El tono de Esperanza estaba cargado de ironía. Federico no pudo evitar que se le endureciera la expresión; no esperó que ella le contestara de manera tan directa.

—Señorita Díaz, solo intento ser cauteloso. No olvide que se trata de una colaboración importante.

—Está bien ser cauteloso, pero si usted se la pasa atorado en minucias, al final solo va a atrasar el avance del proyecto —replicó Esperanza, sin retroceder ni un paso.

El ambiente en la sala de juntas se tensó de inmediato, como si una chispa pudiera encender la pólvora. Los demás asistentes se miraban entre sí, sin saber si intervenir o quedarse callados.

Entonces Adolfo rompió el silencio incómodo.

—Bueno, bueno, todos estamos aquí por el bien del proyecto. Si hay problemas, lo mejor es platicarlos con calma.

Dirigió una mirada a Esperanza, en la que se notaba una mezcla de apoyo y aliento.

Esperanza inhaló profundo, tratando de calmarse.

—Señorita Díaz, este proyecto significa mucho para ambas partes. En la reunión hace rato, sentí que fue demasiado estricta con nuestras propuestas y precios.

Esperanza cerró la carpeta y cruzó los brazos, mirándolo sin miedo.

—Señor Ibañez, yo solo me limito a los hechos. Esto es un asunto de negocios. Lo que ustedes proponen tiene demasiados huecos, y su cotización está por encima de lo razonable. Si acepto así nada más, sería una irresponsabilidad con mi empresa.

Sin querer, Federico apretó los puños. No podía creer que aquella mujer, la misma que alguna vez lo seguía sumisa y dulce, ahora estuviera tan firme y desafiante frente a él.

—Señorita Díaz, nuestra empresa tiene buena reputación y experiencia en el sector. En otras ocasiones, nadie puso tantas objeciones.

—Eso solo quiere decir que sus otros socios han sido demasiado permisivos con ustedes —le lanzó Esperanza, con voz cortante.

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