Oriana alzó la mirada y vio una cadena resplandeciente descansando tranquilamente sobre una tela de terciopelo.
A su lado, el subastador presentaba la historia de la joya con entusiasmo. Decían que perteneció a la reina Victoria, y que representaba un amor eterno, imposible de romper.-
Federico, notando el interés de Oriana, alzó su paleta sin dudar.
—¡Diez millones!
Enseguida, una voz femenina sonó justo a su lado.
—¡Veinte millones!
Federico giró, y ahí estaba Marisol, levantando su propia paleta. Al notar su mirada molesta, ella le regaló una sonrisa coqueta, con un brillo travieso en los ojos.
—Perdón, señor Ibañez, pero mi novio también me consiente y quiere regalarme ese collar.
Federico apretó la mandíbula, furioso.
—¡Treinta millones!
—¡Cincuenta millones!
—¡Ochenta millones!
Al final, Federico simplemente hizo un gesto con la mano.
El subastador, eufórico, golpeó el martillo.
—¡Encendió la linterna! ¡El señor Ibañez encendió la linterna!
—¡Felicidades al señor Ibañez por llevarse el “Amor Eterno”!
El salón retumbó con aplausos. Federico, sin perder la compostura, retiró la mano y besó a Oriana en la mejilla.
—Espérame aquí, linda. Voy por tu collar.
Oriana lo vio alejarse. Marisol también se levantó, y antes de irse, la miró por encima del hombro con una expresión imposible de descifrar.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Fingí Mi Muerte: La Venganza Es Mía