Miguel se puso derecho y fijó su mirada en mí, me estaba retando con esa pregunta; miré hacia otra dirección dentro de mi pánico. Yo no podía entender por qué él y su mirada tan penetrante me intimidaban tan fácilmente, aun cuando no había hecho nada malo.
—No me olvidé de nuestro acuerdo, el problema es que mi familia me había estado presionando que me casara debido a mi edad. Mis padres se están volviendo viejos, por lo que no quiero que ellos se preocupen más por mí.
Mis padres me fastidiaban cada vez que llamaban con que me consiguiera un novio; yo no tenía a nadie en mente en ese entonces, pero no quería que ellos se preocuparan por mí.
Miguel se me quedó viendo en silencio por un rato después de que le expliqué la situación, para luego decirme:
—Puedes ir a buscar un novio si quieres, ¡pero hasta entonces, mantendremos nuestra relación!
Su oferta me molestó y la quería rechazar; sin embargo, sabía que mi petición por terminar la relación después de haber recibido su dinero era irrazonable, por lo que decidí guardar mis opiniones al respecto.
—Muy bien, estoy de acuerdo. Terminaremos nuestra relación cuando encuentre un novio.
No era el final impecable que yo esperaba, pero estaba más tranquila al saber que me dio una oportunidad para salir de nuestra relación.
—Bien —me miró con intensidad, reconoció nuestro nuevo trato, y se volteó para darme la espalda y dormirse. Yo ya estaba más relajada porque ese enorme peso dejó mi mente y fue así como me quedé dormida mientras pensaba en cómo iba a encontrar a un hombre decente en tan poco tiempo posible.
Cuando desperté a la mañana siguiente, estaba un poco decepcionada que Miguel ya se había ido. Yo no debería tener ningún tipo de deseo sobre Miguel pues íbamos a ir por nuestros propios caminos una vez que consiguiera novio; con ese pensamiento en mente, me vestí y dejé el apartamento de igual manera.
En el transcurso de los siguientes días, hice de mi mayor prioridad encontrar a un novio, así que fui a citas a ciegas cada día después del trabajo. El amor ya no era algo que yo consideraba, yo ya había puesto mi devoción hacia alguien por muchos años y todo para ser recompensada con la traición; yo ya no confiaba en un concepto tan abstracto como lo era el amor.
Lo que yo quería era simple, un hombre decente y estable el cual se mantendría fiel durante el matrimonio y, sobre todo, debía de ser un hombre el cual mis padres pudieran confiar para que no tuvieran que volver a preocuparse de mí.
Después de que le conté a Natalia sobre mi deseo de encontrar a un novio que tenga el matrimonio en mente, ella estuvo ocupada manteniendo un buen ojo por mí. Sin embargo, cada una de las citas a ciegas a las que fui fueron espantosas. Los hombres eran o demasiado horribles para ver o demasiado cachondos, con el sexo en cada neurona de sus cerebros. A pesar de que no tenía muchas esperanzas de que fuera a encontrar al indicado, lo mínimo que podía esperar era a alguien que no me hiciera llorar los ojos. Me era muy difícil aceptar a esos hombres feos y lujuriosos.
El incesante ciclo de trabajar y luego ir directo a una cita a ciegas había acabado conmigo. Cada noche caía tumbada sobre la cama y me quedaba dormida tan pronto mi cabeza tocaba la almohada. Además, parecía como si Miguel se hubiera desvanecido de mi mundo, pues no me había contactado en muchos días; en ocasiones me quedaba pensando si él se había olvidado de mí, o tal vez se hubiera conseguido a alguien más a quién amar y ya no me necesitaba. Me sentí un poco perdida cuando ese pensamiento me cruzó la mente y, al mismo tiempo, yo estaría agradecida si eso era lo que ocurrió; sería un buen final para nuestra relación si él tuviera a un nuevo amor y se olvidara de mí.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Haciéndolo mío