La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 1

—¡Quiero el divorcio!

—Me casé contigo solo para cumplir el último deseo de mi abuelo antes de morir. La única persona que amo es Cami.

—Santi, yo te amo, si te vas de mi lado, no podría soportarlo.

—Entonces, ¿por qué no lo haces de una vez?

Úrsula Méndez despertó de golpe, el sudor perlaba su frente y respiraba agitada, como si hubiera corrido una maratón.

Miró a su alrededor. El cuarto era enorme. El lujo en la decoración le daba un aire de palacio.

Se quedó pasmada unos segundos, sin entender nada.

¿Qué estaba pasando?

¿No se suponía que ella ya había muerto?

En ese instante, un torrente de recuerdos que no le pertenecían se estrelló en su mente: imágenes de un hombre mirándola con desprecio, una mujer de rodillas suplicando que no la dejaran, todo se repetía una y otra vez como un ciclo interminable.

Le tomó unos diez minutos aclarar sus ideas.

Sí, había vuelto a la vida.

La anterior dueña de este cuerpo también se llamaba Úrsula. Una chica de campo, sin familia conocida, abandonada al nacer en la calle, y criada por un anciano que la recogió, aunque no compartían lazos de sangre.

Hacía medio año, Úrsula se había casado con Santiago Ríos, el heredero de la poderosa familia Ríos de San Albero. Pasó de ser una desconocida a convertirse en la esposa envidiada de uno de los hombres más ricos del país.

Pero, ¿cómo una chica sin nada logró casarse con alguien así? Todo había empezado un año atrás.

Un día, Úrsula salvó a Joaquín Ríos, el patriarca de la familia, quien había caído al río durante un ataque epiléptico. Joaquín quedó impresionado desde el primer momento, no solo por la belleza de Úrsula, sino porque creía que traía buena suerte a los hombres con los que se relacionaba.

Por aquel entonces, el Grupo Ríos enfrentaba una crisis financiera sin precedentes. Agradecido por el gesto de Úrsula y buscando salvar a la familia, Joaquín decidió que su nieto Santiago debía casarse con ella.

El milagro ocurrió. Tras la boda, cuando la empresa estaba al borde de la quiebra, todo se recuperó, y el Grupo Ríos creció como nunca antes.

Santiago, que hasta entonces era un blanco de burlas, se transformó en una joven promesa del mundo empresarial, elogiado por los medios como el “caballo negro” que nadie se esperaba.

Pero Santiago jamás aceptó a Úrsula. Al hacerse más exitoso, la despreciaba aún más. Para él, Úrsula no tenía estudios, ni familia, ni “categoría” para estar a su lado.

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