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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 142

Después de comer.

Julia y Montserrat llevaron a Úrsula a pasear por el jardín trasero para bajar la comida.

El jardín de la villa de la familia Ayala era enorme, lleno de flores y plantas exóticas que no se veían ni en los jardines botánicos.

En ese momento, los jardineros estaban podando las ramas y regando las plantas.

A cada paso, Montserrat presentaba a la gente:

—Ella es la señorita Méndez, una invitada de honor de la familia Ayala.

—Mucho gusto, señorita Méndez.

Esteban e Israel caminaban detrás.

Esteban bajó la voz.

—Tío, más vale que confieses. La verdad te hará libre. Dime, ¿te gusta la reina Úrsula?

—¿Por qué eres tan enfadoso? Ya te dije que no creo en el matrimonio.

Esteban insistió:

—¿Entonces por qué le pelaste camarones? ¿Y cangrejo?

—Porque me salvó la vida.

Servir a quien te salvó la vida era su deber.

Esteban entrecerró los ojos. ¿De verdad era tan simple como decía su tío?

No se lo creía.

Esteban continuó:

—Por cierto, el 8 del próximo mes es el cumpleaños de la reina Úrsula. Tío, no se te vaya a olvidar comprarle un regalo.

Cuando Úrsula le estaba haciendo acupuntura a Israel en el hospital, había mostrado su identificación.

Fue en ese momento que Esteban memorizó en secreto la fecha de su cumpleaños.

—Yo nunca gasto dinero en gente con la que no comparto sangre —dijo Israel.

Esteban se quedó sin palabras. Como era de esperarse, su tío seguía siendo igual de codo. En cuanto se trataba de dinero, se convertía en un avaro.

—¡Pero es la reina Úrsula! Además, ¿no te salvó la vida?

—Ya le pagué los honorarios —respondió Israel.

Esteban puso los ojos en blanco, frustrado.

—Tío, menos mal que no crees en el matrimonio, porque si no, ¡en tu vida conseguirías novia!

***

Al atardecer, Úrsula dijo que ya era hora de irse.

Aunque a Montserrat le daba pena que se fuera, no podía retenerla.

—Israel, lleva a Úrsula a su casa.

—Claro, mamá.

Montserrat, Julia y Esteban acompañaron a Úrsula hasta la puerta.

Julia le recomendó:

—Israel, maneja con cuidado.

—Sí —asintió Israel.

Montserrat se paró junto a la puerta del copiloto.

—Úrsula, ven a visitarnos más seguido.

—Claro que sí, señora.

Cuarenta minutos después, el carro finalmente se detuvo frente al edificio de apartamentos.

Aunque el carro se detuvo, ella no se despertó.

Israel no la llamó ni apagó el motor. En lugar de eso, sacó una manta limpia, se inclinó y la cubrió con cuidado. Sus movimientos fueron suaves y, al inclinarse para taparla, la punta de su nariz rozó la de Úrsula.

Israel se quedó paralizado un instante. Al fijar la vista, vio los rasgos de Úrsula muy de cerca. Inmediatamente se enderezó, sintiendo que la cara le ardía.

«Maldita sea».

«El corazón se me está acelerando otra vez».

Sentía un calor intenso.

Israel respiró hondo, sacó una botella de agua helada del refrigerador del carro y se la bebió de un trago. Solo entonces sintió que el calor disminuía un poco.

Luego, puso su celular en silencio, abrió el buscador e introdujo una pregunta: [¿Qué es bueno regalarle a una chica por su cumpleaños?]

Las respuestas eran de lo más variadas.

Algunos sugerían peluches, otros labiales, productos para la piel, y otros decían que un bolso, ¡porque un bolso lo cura todo!

Israel no tenía prisa y leyó cada una de las respuestas con atención.

No supo cuánto tiempo pasó navegando.

De repente, Úrsula se despertó. Al abrir los ojos, vio que el carro ya estaba estacionado frente a su casa. Todavía estaba medio dormida, pero al ver la hora en la pantalla del tablero, se despertó por completo.

—¿Llevas mucho tiempo esperando?

Habían salido de la casa de la familia Ayala a las seis y diez de la tarde. Normalmente, el trayecto duraba media hora, ¡pero ya eran las ocho!

Israel abrió la boca y, sin sonrojarse ni titubear, le respondió:

—Había algo de tráfico en el camino. Acabo de llegar, ni siquiera he apagado el motor.

***

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