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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 190

«De ahora en adelante, tengo que venir más seguido a la casa de los Lozano», pensó.

Quizás algún día conocería a alguien rico en la zona.

Virginia entrecerró los ojos.

Después de todo, si una persona como Úrsula podía pisotearla para casarse con una familia rica, ¡ella también podía!

Aparte de la cara, ¿en qué era ella peor que Úrsula?

¡Estaba segura de que podía superar a esa pueblerina de Úrsula, casarse con un rico y cambiar de clase social!

Mientras hablaban, caminaban, y pronto llegaron a la entrada principal de Villa Castillana.

Había una persona parada en la entrada.

Parecía haber olvidado su tarjeta de acceso y el guardia de seguridad la había detenido. Estaba con la cabeza gacha, buscando algo en su bolsa.

Llevaba una gorra de béisbol, y desde el ángulo de Virginia, solo podía ver su perfil pálido y delicado.

Aunque solo era un perfil, Virginia la reconoció rápidamente.

«¡Úrsula!».

«¿Esa es Úrsula?».

Virginia no esperaba ver a Úrsula allí.

«¿Qué hace Úrsula aquí?».

«¿Tratando de ligarse a un rico?».

«¡Tsk, tsk, tsk!».

«Esta pueblerina es una descarada».

«¡Una mujer divorciada y de segunda mano como ella todavía sueña con volver a casarse con un rico!».

«Qué ilusa».

Virginia miró a Vanesa y alzó la voz a propósito:

El guardia de seguridad se veía en aprietos.

—Señorita Lozano, usted es residente de aquí, y es muy probable que esta señorita también lo sea. Simplemente no encuentra su tarjeta de acceso por el momento. Lo siento, pero no tengo la autoridad para echarla de aquí.

¿Úrsula también era residente de aquí?

¡Qué absurdo!

Al oír al guardia, Virginia soltó una carcajada, con los ojos llenos de sarcasmo.

—¡Ya veo que lo más lejos que llegarás en la vida es a ser guardia! Mírala, con esa pinta de pobretona, ¿crees que alguien así puede comprar una casa en Villa Castillana? ¡Gente como ella solo merece vivir en una vivienda de interés social toda su vida! Si yo fuera ella, me tiraría a un río para ahogarme, en lugar de venir a hacer el ridículo aquí.

—La encontré.

Justo en ese momento…

Úrsula sacó una tarjeta negra de su bolsa. La sostuvo entre sus dedos pálidos y se la entregó al guardia.

***

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