Al ver la tarjeta que Úrsula entregaba, el rostro de Virginia se transformó.
«¿Cómo es posible?».
«¡¿Cómo puede Úrsula tener una tarjeta de acceso a Villa Castillana?!».
Esa era una tarjeta que solo los residentes poseían.
A su lado, la expresión de Vanesa también era muy fea.
Villa Castillana era bastante grande, pero como era un desarrollo nuevo, no vivía mucha gente.
Además, ella estaba en el grupo de chat de los residentes, por lo que conocía muy bien a los propietarios de Villa Castillana.
Pero Vanesa nunca supo que una mocosa como esa se hubiera mudado a Villa Castillana.
«¿De dónde sacó esa tarjeta de acceso?».
«¡Falsa!».
«Seguro es falsa».
Vanesa entrecerró los ojos. ¿De verdad creía que podía salirse con la suya con una tarjeta falsa?
Qué ingenua.
Pensando en esto, una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Vanesa. Miró al guardia.
—Hugo, más te vale que revises bien esa tarjeta. Villa Castillana no es un lugar al que cualquiera pueda entrar.
Al escuchar a Vanesa, Virginia entendió al instante.
«Ah».
«¡Resulta que la tarjeta es falsa!».
«Ya decía yo».
«¿Cómo podría esa pueblerina de Úrsula ser residente de Villa Castillana?».
«¿Con qué derecho?».
El guardia, sin embargo, no menospreció a Úrsula por las palabras de Vanesa. Tomó la tarjeta que ella le ofrecía con respeto.
—Un momento, por favor.
¡Bip!
Apenas la tarjeta tocó el sensor, la puerta se abrió.
La tarjeta no era falsa.
¡Una tarjeta falsa no funcionaría!
Después de pasar la tarjeta, el guardia se la devolvió a Úrsula respetuosamente.
—Adelante.

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