Úrsula se volteó apenas un poco, y su mirada se encontró de lleno con la de Santiago. Con un fastidio evidente, le dijo:
—Santiago, ¿estás idiota o qué? ¿A qué más vendría al Registro Civil si no es para firmar el divorcio?
Al escuchar la palabra «divorcio» salir de la boca de Úrsula otra vez, Santiago no podía creerlo.
¿Firmar el divorcio?
¡Imposible!
Úrsula estaba loca por él, lo trataba como a un rey. No solo le ayudaba a revisar sus proyectos, sino que también le cocinaba, le tejía bufandas… Se la pasaba maquillada hasta las cejas y usando el color gris que a él le gustaba, siempre tratando de complacerlo. Con que le dedicara una simple mirada, ella se ponía feliz como si se hubiera ganado la lotería.
Cuando se enteró de la existencia de Camila, se murió de celos, al punto de buscarla a solas y darle un buen susto.
Y ahora, en un intento desesperado por retenerlo, hasta se había quitado todo ese maquillaje cargado.
¿Por qué se había quitado el maquillaje?
Quería seducirlo.
¡Claro que quería seducirlo!
Si no, ¿quién se arreglaría tanto para ir a divorciarse?
Aparte de eso, a Santiago no se le ocurría ninguna otra razón.
Al pensar en esto, su rostro se llenó de una profunda aversión y volvió a hablar.
—Úrsula, te lo digo claro: hagas lo que hagas, para mí no eres más que una payasa. ¡El lugar de la señora Ríos jamás será para alguien como tú!
El lugar de la señora Ríos siempre le pertenecería a Camila.
Camila era dulce y hermosa, una señorita de buena familia, de las de verdad.
¿Cómo iba a compararse con una rancherita como Úrsula?
Al pensar en Camila, la expresión de Santiago se suavizó un poco.
Úrsula sintió ganas de vomitar al escuchar esas palabras.
¿Se podía ser más patético?
¡Y tan creído!
De verdad que no entendía cómo la dueña original de su cuerpo se había fijado en él.
Qué pésimo gusto tenía.
¡Tenía que alejarse de él, pero ya!
—Santiago, por favor, límpiate las lagañas y fíjate bien antes de hablar, ¿quieres? Hoy vine a divorciarme de ti, no a recoger basura. —La voz de Úrsula sonaba indiferente—. De ahora en adelante, ni aunque te arrodilles y me ruegues voy a querer ese puesto de señora Ríos. ¡Que tú y Camila se queden bien amarrados para siempre, que les dure toda la vida y que jamás se separen!
Santiago se quedó mirando a Úrsula con los ojos entrecerrados.
Podía ver en su mirada que todavía lo amaba, y mucho. Un amor tan profundo que no podía dejarlo ir.
Y como todavía lo amaba, estaba usando indirectas para provocarlo.
Santiago esbozó una sonrisa torcida.
—Úrsula, no creas que no sé lo que estás pensando. La única persona a la que le pediría matrimonio de rodillas es a Camila. ¿Tú quién te crees que eres? ¡Deja de soñar!
Al ver a un Santiago tan engreído y patético, Úrsula casi vomita la cena de anoche.
Justo cuando iba a decir algo, su celular comenzó a sonar.
—Bueno, dígame —contestó Úrsula.
Santiago se acercó a la ventanilla de divorcios y sacó los documentos que ya tenía preparados, junto con el acta de matrimonio.
—Para tramitar un divorcio.
El funcionario miró a Úrsula, que estaba al lado hablando por teléfono.
—¿Y los documentos de la señora?
¿¿¿Acaso de verdad quería divorciarse???
Pero si lo amaba tanto, ¿cómo era posible?
Además, hoy Úrsula no se había puesto a llorar, ni a gritar, ni a hacer un drama.
Eso dejó a Santiago con una sensación extraña.
El funcionario siguió el protocolo.
—¿Cuál es el motivo del divorcio?
—Me fue infiel —respondió Úrsula.
¿Infiel?
Al oír la respuesta, el funcionario miró a Santiago con una pizca de desdén.
No podía creer que ese hombre, que parecía tan presentable, fuera un patán que engañaba a su esposa.
A Santiago se le marcaron las venas de la frente.
¡Lo suyo con Camila era amor verdadero!
¿Cómo podía considerarse una infidelidad?
En una relación, la tercera en discordia es la que no es amada.
Si había una tercera, era Úrsula.
Con eso confirmaba que Úrsula todavía lo amaba.
Si no, ¿por qué diría con tanto resentimiento que le fue infiel?
***

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Cenicienta Guerrera