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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 215

A Israel no le gustaba la cocina.

Tampoco soportaba el olor a grasa y humo.

¡Un verdadero hombre debía estar en el negocio o en el campo de batalla, tomando decisiones importantes!

¿Meterse a la cocina? ¿Eso qué era?

¡Pura pérdida de tiempo!

Esteban conocía bien el carácter de su tío, así que al escuchar su respuesta, no insistió más.

—Bueno, bueno, entonces mi papá y yo vamos a la cocina.

César miró a Israel.

—Israel, meterse a la cocina no significa que uno se haya echado a perder. Quién sabe, tal vez cuando te enamores, te den ganas de cocinarle algo rico a esa persona.

—Tú eres tú y yo soy yo, cuñado. No puedo hablar por los demás, pero te aseguro que yo jamás voy a ser ese tipo de persona que mencionas.

César solo se encogió de hombros.

—Eso está por verse.

Nadie puede saber qué va a pasar mañana, mucho menos pasado mañana.

Israel se acomodó en el sofá.

—Los hechos hablan por sí solos.

César asintió.

—Tienes razón, Israel. Más te vale que nunca te veamos caer, porque si no, sí me voy a burlar de ti.

—Y yo también —añadió Montserrat con una sonrisa—. No solo me voy a burlar, te lo voy a gritar en la cara.

—¡Y yo también! —dijo Julia, sumándose a la fiesta.

—¡Miau! —hasta Blanqui, que estaba echada en el sofá, se hizo presente.

—Qué lástima, parece que ninguno de ustedes va a tener esa oportunidad —Israel se acercó al sofá y alzó a Blanqui entre sus brazos—. Pequeña traicionera, ¿todavía te acuerdas de regresar a casa?

Se inclinó para olerla.

Muy bien.

Seguía oliendo igual, ese aroma tan familiar.

Israel abrazó a Blanqui con más fuerza.

...

...

La secretaria de Israel, al ver el mensaje en WhatsApp, pensó que había leído mal.

¿Cancelar todo el sábado?

¿Todo?

Llevaba tres años trabajando en Grupo Ayala.

Israel jamás había cancelado una sola cita sin motivo.

¿Qué estaba pasando hoy?

¿Acaso el señor Ayala había olvidado que el sábado había un contrato importante que debía firmar?

Pensando en eso, la secretaria le mandó un mensaje: [Señor Ayala, el sábado tenemos que revisar y firmar un contrato importante.]

El celular vibró.

Israel lo tomó de nuevo y contestó con dos palabras: [Reprograma todo.]

Solo dos palabras, pero bastaron para que la secretaria sudara frío. No se atrevió a insistir más.

Esta vez, Israel no apagó el celular de inmediato. Se acordó de que llevaba días sin subir nada a Instagram, así que cambió a la cámara y tomó una foto de la mesa con la comida.

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