Úrsula bajó la mirada apenas un poco y, volviéndose hacia Alejandra, le respondió con total calma:
—Este año apenas terminé el último año de prepa, todavía no entro a la universidad.
¿Todavía no entra a la universidad?
Al escuchar esa respuesta, a Alejandra casi se le escapa una carcajada.
No haber estudiado en la universidad era casi igual que ser analfabeta.
¡Una simple analfabeta y todavía se atreve a presumir frente a mí!
Qué descaro.
Ángel siguió con la conversación:
—Doctora Méndez, entonces seguramente estudió con algún maestro famoso, ¿verdad?
—Mi maestro sí es muy reconocido —asintió Úrsula con serenidad.
Al oír eso, Alejandra frunció el ceño de manera casi imperceptible.
¿Qué les pasa a los Gómez?
Esta chamaca ya admitió que ni siquiera ha ido a la universidad, ¿cómo es posible que todavía no la hayan sacado de aquí?
¿Será que de verdad creen que Úrsula es una doctora milagrosa salida de una familia de médicos ilustres?
Ni hablar.
Los Gómez resultaron ser mucho más ingenuos de lo que Alejandra había imaginado.
Al final, iba a tener que ser ella quien desenmascarara la verdadera cara de Úrsula.
Con ese pensamiento, Alejandra entrecerró los ojos y, con la voz afilada, lanzó:
—¿Y tú, una mocosa que ni siquiera ha pisado la universidad, pretendes que confiemos en que puedes salvar a Eloísa? Mira que ni el propio discípulo del Doctor W sabe hacer ese tratamiento con agujas, ¿de verdad tú sí? Además, Eloísa es demasiado valiosa para arriesgarla. Si algo sale mal bajo tu cuidado, ¿quién va a hacerse responsable?
Héctor siempre había tenido un cariño especial por Úrsula.
Al ver que Alejandra la estaba atacando sin razón, no dudó en salir en su defensa.
—Señorita Garza, la doctora es una invitada importante de la familia Gómez. Ni siquiera nosotros hemos puesto en duda su capacidad, así que le agradecería que cuide sus palabras.
Esa última frase la soltó con tal peso que el ambiente se tensó de inmediato.
¿Y Alejandra quién se creía?

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