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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 249

Nadie sabía lo emocionada que estaba Eloísa en ese momento.

Habían pasado tantos años.

Aunque no había logrado ver regresar a su hija, al menos ahora tenía a Ami.

Eloísa abrazó a Úrsula con tanta fuerza que casi rompió en llanto desconsolado.

Lloraba con una tristeza profunda.

Como si, tras tantos años de sufrimiento, finalmente hubiera encontrado una vía de desahogo.

—Ami, mi niña, Ami —lloró Eloísa—. Han pasado diecinueve años, diecinueve largos años, ¿te imaginas lo difícil que ha sido para tu abuela buscarte? Día tras día, noche tras noche, siempre esperando por ti… y por fin, por fin te tengo otra vez en casa.

—Ay, mi pobre Ami, todos estos años afuera, sufriendo tanto...

Nadie tenía idea de lo duro que había sido todo para Eloísa durante esos años.

Aunque tenía muchos hijos, para una madre no existe dolor más grande que estar separada de su propia sangre.

Así tuviera cien hijos, jamás podría actuar como si nada hubiera pasado.

Día tras día, pensaba en su hija. Día tras día, pensaba en su nieta.

Durante todos estos años, Eloísa se aferró a sus chequeos médicos y a cuidar su salud, solo para poder aguantar hasta el regreso de su hija y su nieta.

Úrsula, atrapada en ese abrazo tan apretado, se quedó completamente perpleja.

No solo estaba sorprendida.

También sentía un peso en el pecho.

No sabía bien por qué.

Ver a Eloísa llorar de esa manera la hizo sentirse extraña, con la nariz picándole y, contra todo pronóstico, con ganas de soltar el llanto.

Le dolía.

En ese instante, la sala de aislamiento se sumió en un silencio absoluto.

Nadie se atrevía a decir nada.

Solo se escuchaban los sollozos de Eloísa.

La familia Gómez observaba a Eloísa, incapaz de interrumpirla.

Todos lo entendían.

La abuela había guardado demasiado durante demasiado tiempo.

Necesitaba llorar así.

Al ver lo destrozada que estaba Eloísa, varios de los hijos y nueras de la familia Gómez no pudieron evitar conmoverse.

¡Cómo deseaban que todo fuera cierto!

Si Úrsula fuera realmente Ami, ¡sería maravilloso!

Lydia no pudo más y abrazó a Simón, llorando.

—Simón, la vida de mamá ha sido tan dura.

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