Apenas Úrsula terminó de hablar, el salón entero quedó en silencio.
¿Quién, quién había dicho que Úrsula no sabía hablar francés?
¿A esto le llamaban no saber francés?
No solo se expresaba con una fluidez impresionante, sino que su acento era tan auténtico y natural que incluso superaba al de los locutores franceses. Era como escuchar la melodía de París en palabras.
Luna y Alejandra se quedaron petrificadas.
¡Úrsula sí sabía francés!
¿No que Úrsula era solo una campesinita sin talentos?
Si hasta para el inglés batallaba, ¿cómo había conseguido hablar francés tan bien?
El color desapareció del rostro de Alejandra.
Su intención era humillar a Úrsula, dejarla mal parada.
Pero ahora...
No solo no lo logró, sino que terminó dándole el protagonismo a Úrsula.
¡Maldita sea!
¡Esto no podía estar pasando!
Los ojos de Alejandra casi parecían lanzar chispas de rabia.
La señora, sorprendida, abrió los ojos de par en par y preguntó con incredulidad:
—Señorita Solano, ¿usted... usted habla francés?
—Así es —asintió Úrsula con tranquilidad.
La señora insistió:
—¿Entonces por qué decían que no sabía?
Ese "decían" claramente señalaba a Luna y Alejandra.
Luna reaccionó de inmediato, forzando una sonrisa:
—Ay, tía, ¿cómo eres? Si ya sabías francés, ¿para qué te lo guardabas? Yo de verdad pensé que no sabías. Mira nada más el malentendido que se armó.
Luna, que tenía experiencia en estas lides, con una frase ligera y casi cantada, desvió toda la responsabilidad hacia Úrsula, como si ella fuera la causante de la confusión. En sus palabras se notaba el reclamo, insinuando que Úrsula lo había hecho a propósito para ponerlas en evidencia.
Cualquiera, en su lugar, se habría puesto nerviosa ante semejante acusación. Pero la persona frente a Luna era Úrsula.
Úrsula solo sonrió, dejando ver un pequeño hoyuelo en su mejilla.
—Yo pensé que la tía, sin preguntarme nada, decidió que Alejandra debía ir a saludar al señor Laurent y a la señora en mi lugar porque quería verme hacer el ridículo. Parece que fui yo quien malinterpretó todo.
¿Cómo podía ser que una campesinita hablara francés mejor que ella? Era absurdo.
¡Si ella había empezado a estudiar francés desde los ocho años!
Luna, aun así, mantuvo su sonrisa impecable y su tono dulce, como si nada hubiera pasado.
—Ay, Ami, la verdad es que sí te subestimé. Te pido disculpas. De verdad solo quería que Alejandra te ayudara, nunca imaginé que fueras tan capaz. ¡Qué orgullo para la familia!
—Gracias por el elogio, tía. No te voy a decepcionar. Me esforzaré para heredar la familia Solano y llevar al Grupo Solano a nuevos horizontes.
Luna sintió que no había manera de librarse de esa situación.
Esa campesinita...
Que no se confiara, que esto apenas comenzaba.
La fiesta apenas estaba arrancando.
Lo vergonzoso para Úrsula estaba por venir.
El señor Laurent miró a Úrsula, intrigado, y preguntó:
—Señorita Solano, habla francés como una nativa. ¿Vivió usted en Francia?
—Nunca he estado en Francia, pero la verdad es que me encanta ese país.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Cenicienta Guerrera