La voz de Úrsula no fue ni fuerte ni débil, pero bastó para que todo el salón se quedara en silencio.
Liliana no se tomó en serio las palabras de Úrsula.
A estas alturas, Úrsula ya estaba acabada.
¿Acaso pensaba voltear la situación?
Pero, en el siguiente instante, cuando la mirada de Liliana cayó sobre el tablero, el color se le fue del rostro y un escalofrío le recorrió la espalda. Sintió que la sangre le circulaba al revés, como si el mundo se hubiera puesto de cabeza.
El tablero, que hace apenas un momento parecía inclinarse a su favor, ahora mostraba una escena completamente diferente. Con una sola jugada, Úrsula había conectado todas las piezas blancas y la había acorralado sin salida.
Las piezas negras.
Derrotadas.
Había perdido.
¡Había perdido!
La respiración de Liliana se hizo pesada; la incredulidad se reflejaba en su mirada mientras contemplaba el resultado.
Salvo N, nadie la había vencido antes.
Y ahora, había perdido de una manera tan rotunda…
La voz de Úrsula volvió a escucharse:
—Señorita Ponce, gracias por dejarme ganar.
Su tono fue suave, apenas un susurro, pero cada palabra retumbó en el salón.
Tras hablar, Úrsula tomó la cadena Luz de los Mares, que Liliana había dejado a un lado.
—Gracias, señorita Ponce, por este tesoro.
Al fin y al cabo, si se trataba de una competencia, las reglas debían cumplirse.
Úrsula no era ninguna santa.
Y mucho menos iba a devolver la Luz de los Mares solo porque era una reliquia de la familia Ponce.
Después de todo, Liliana había venido desde el principio con la intención de arrebatar el Ecos de la Sirena de la familia Gómez y de dejar en ridículo tanto a los Gómez como a los Solano.
Así que, si ese era el juego, Úrsula solo iba a seguirlo hasta el final.
Al ver a Úrsula tomar la Luz de los Mares, Liliana se quedó pasmada.
Jamás imaginó que perdería la reliquia más valiosa de los Ponce.
Menos aún, que fuese derrotada por alguien como Úrsula.
Para Liliana, aquello fue una humillación.
Una humillación absoluta.
No solo para ella, sino para toda la familia Ponce.
Todo estaba perdido.
No había vuelta atrás.
Después de esa noche, ella y la familia Ponce se convertirían en la comidilla del círculo de la nobleza de Villa Regia.
Ella, siendo de Villa del Sol, ahora había venido a hacer el ridículo en Villa Regia.
¿Quién demonios era Úrsula? ¿Quién era en realidad?
...
En ese momento, los invitados también reaccionaron.
—¡Dios mío! ¿De verdad vi bien? ¿La señorita Solano le ganó a la señorita Ponce?
Un entendido del juego comentó enseguida:

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