¿Nivel nueve?
Al escuchar esto, Pedro miró a Úrsula, y en sus ojos se asomó una expresión difícil de descifrar.
Es que alcanzar el nivel nueve en pintura tradicional ya era estar entre los mejores.
Pedro sí podía creer que Úrsula supiera algo de pintura, eso sí. Pero decir que tenía nivel nueve… aunque le pagaran, él no se lo creía.
¿Úrsula? ¿Cuántos años tenía? Apenas iba a cumplir veinte.
Así que, para Pedro, Úrsula estaba mintiendo.
¿Tanta necesidad de presumir? ¿No sabe que cuando inventas una mentira, tienes que inventar muchas más para sostenerla?
Pedro ya tenía sus reservas respecto a Úrsula, y ahora, después de oír esa respuesta, su opinión de ella solo se fue para abajo.
—¡¿Nivel nueve?! —exclamó Alexis, entusiasmado—. Entonces, señorita Solano, ¡usted ya es toda una referente en el mundo de la pintura! Mi hija vendrá a Villa Regia en unos días. ¿Habría forma de que la pueda orientar un poco?
Antes de que Úrsula pudiera responder, Alejandra intervino:
—Presidente Kauffman, de verdad es usted muy amable. Mi prima Ami es muy generosa, y con lo talentosa que es en la pintura, seguro no le negará su ayuda. ¿Verdad, Ami?
En cuanto terminó, Alejandra volvió a dejar la pelota en la cancha de Úrsula.
Lo hacía a propósito, claro. Quería ver cómo Úrsula se las ingeniaría para lidiar con la hija de Alexis.
Y si los Kauffman se daban cuenta de que Úrsula en realidad no sabía nada de pintura, iba a ser un escándalo.
Solo de imaginarse la cara de Úrsula, Alejandra no podía evitar sentirse satisfecha.
Alexis volteó hacia Úrsula.
—¿Se puede, señorita Solano?
Él sabía perfectamente que Alejandra no podía responder por Úrsula.
Úrsula asintió levemente.
—Está bien.
—¡De verdad, muchísimas gracias, señorita Solano! —Alexis no ocultaba su alegría.
—No hay de qué —respondió Úrsula con voz tranquila, mientras le daba un poco de leche de cabra a Amanecer.
La plática siguió girando en torno a la pintura tradicional. Del otro lado de la mesa, la empresaria Macarena Palma intervino:
—Hablando de pintura, yo admiro muchísimo a Gilberto Izquierdo. Su obra “Vuelta a casa bajo la tormenta” es impresionante. La vi una vez y se me quedó grabada hasta hoy.
Pedro no pudo evitar emocionarse.
—¡Ha llegado la señora Blanco!
—¿La señora Blanco? —Marcela miró el reloj de la pared—. ¿Tan tarde? ¿Qué se le habrá ofrecido a estas horas?
Resultaba algo extraño.
El mayordomo entonces miró a Alejandra y agregó:
—La señora Blanco dice que tiene algo urgente que tratar con la señorita de la familia.
Alejandra se quedó sorprendida.
¿A ella? ¿Algo importante?
Pero enseguida lo entendió: seguro era por lo de Aarón.
Después de todo, la señora Blanco había prometido que la haría madrina de Aarón.
Seguro venía a agradecerle frente a todos.
Solo de pensarlo, Alejandra se emocionó.
—¡Rápido, tráiganla, por favor! —ordenó, casi brincando en su asiento.

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