Lástima.
Crió a una hija que no tiene mucha cabeza.
Úrsula giró la mirada hacia Annie.
—Haz un borrador del acuerdo, tráemelo.
La asistente miró a Marcela con cierta inquietud.
Un acuerdo de este tipo era casi como firmar una sentencia.
Sin la aprobación de Marcela, no se atrevía a moverse.
Marcela, por supuesto, confiaba en su nieta.
A su parecer, su nieta nunca se lanzaba a algo sin estar segura.
—Adelante —asintió Marcela.
Con el visto bueno de Marcela, Annie fue de inmediato a preparar el acuerdo.
No tardó mucho en regresar con el documento listo.
Yago, temeroso de que Úrsula se echara para atrás, firmó de inmediato, y al terminar le pasó el papel a Úrsula.
—Señorita Solano, falta su firma.
Úrsula tomó la pluma y firmó su nombre sin dudar.
El acuerdo se hizo en dos copias, cada uno guardó la suya.
Yago, con el documento firmado por Úrsula en la mano, mostró una sonrisa triunfal.
—Bueno, prepárese para recoger sus cosas y salir de Grupo Solano, señorita Solano.
Úrsula solo respondió con una sonrisa tranquila.
—Eso de quién se va de Grupo Solano todavía está por verse, Yago. Mejor ve preparándote tú también.
Al escucharla, Yago no pudo evitar soltar una carcajada.
—¡Ingenua! ¿De verdad crees que por saber un poco de números ya puedes crear productos que funcionen?
Ridículo.
Si fuera tan fácil lanzar un producto exitoso, Grupo Solano no seguiría dependiendo de sus viejas glorias.
...
En ese momento, Úrsula miró a Marcela.
—Abuela, vámonos.
Marcela la siguió en silencio.


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