Úrsula nunca fue de las que se dejan pisotear.
En una situación como esta, si hubiera optado por aguantar en silencio y no responder, Beatriz se habría ensañado aún más.
Y no solo ella.
Todos los presentes la habrían catalogado como alguien fácil de manipular.
Y la familia Solano, por extensión, habría cargado con la etiqueta de ser "fácil de intimidar".
Las palabras de Úrsula fueron una daga afilada que se clavó directo en el corazón de Beatriz.
Y sangró.
¡El haber perseguido a Israel Ayala durante tantos años sin éxito era la espina que Beatriz llevaba clavada!
¡Nadie se había atrevido jamás a burlarse de ella por eso!
¡Y quién se creía Úrsula para hacerlo!
Beatriz levantó la vista hacia Úrsula, con una expresión de incredulidad total en sus ojos, pálida de la rabia.
¡Esta campesina divorciada era una descarada!
No solo le sacaba sus trapos sucios en público, sino que además la llamaba rogona.
¡Ella no era ninguna rogona de Israel!
Lo suyo con Israel era un amor correspondido.
Si no fuera porque Úrsula se metió en medio, ellos ya estarían juntos.
¿Con qué derecho se burlaba de ella?
Seguro Úrsula se sentía muy valiente porque ya andaba con Israel, ¿verdad?
¡Pero qué ilusa!
¡Israel solo estaba jugando con ella, no era más que un juguete para desahogarse!
Si de verdad la quisiera, si de verdad la reconociera como su novia, ¡no la andaría escondiendo!
¿De qué podía presumir Úrsula?
No era más que un pasatiempo.
¡Ja!
Que esperara.
¡Dentro de poco, Israel la botaría!
Y entonces, ¿a ver de qué se iba a reír?
Las palabras de Úrsula no solo enfurecieron a Beatriz, sino que dejaron atónitos a todos en el salón.

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