—Mejora la vista y ayuda a desintoxicar el cuerpo —respondió Úrsula.
Elvira asintió, procesando la información.
Jaime también estaba atónito. Solo había leído sobre gente que comía vesículas de serpiente crudas en los libros.
Era la primera vez que lo veía en la vida real.
La sensación era...
¡Extraña!
Después de tragar la vesícula, Úrsula miró su reloj.
—Lorena y los demás ya deben de estar en la cima. Apurémonos para alcanzarlos.
El grupo principal ya había llegado a la cumbre.
Elvira y Jaime se habían quedado atrás por su condición física, y Úrsula, por las hierbas medicinales.
—De acuerdo.
Media hora después, los tres llegaron a la cima sin contratiempos.
El Monte Nube no había sido explotado turísticamente, por lo que la cumbre conservaba su aspecto natural. Era primavera y, gracias al sol abundante, estaba cubierta de rododendros.
Una mancha de un rojo intenso.
Al otro lado de las flores, corría un arroyo.
—¡Hagamos un picnic aquí para comer! —propuso Beatriz.
—¡Sí, sí! —la secundó Lorena Cabrera—. Que nos suban las cosas con un dron.
Los demás asintieron.
—Ya que vamos a hacer un picnic, ¡busquemos algunas verduras y hongos silvestres! —añadió Elvira—. Les mandaré unas guías para que los identifiquemos y los busquemos juntos.
Los presentes, todos jóvenes de buena familia acostumbrados a las comodidades, encontraron la idea muy novedosa. Abrieron las guías que Elvira les envió y comenzaron a buscar.

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