Al escuchar el tono automático del otro lado de la línea, Úrsula Méndez frunció el ceño.
¿Apagado?
Bloqueada de WhatsApp, el celular apagado.
¿Qué estaba pasando?
Úrsula se dio cuenta de que algo no andaba bien, dio media vuelta y salió de su habitación para subir corriendo al piso de arriba.
Allí se alojaban Alan y Ernesto Gómez.
En ese momento, los dos estaban platicando.
Al ver llegar a Úrsula, ambos se sorprendieron un poco. Alan se levantó del sofá.
—Úrsula, ¿qué haces despierta tan tarde?
Úrsula fue directo al grano.
—Alan, le envié un mensaje a Santino por WhatsApp, ¿por qué me aparece que me bloqueó?
Alan y Ernesto sacaron sus celulares.
—Úrsula, ¿te refieres a este signo de exclamación?
En la pantalla del celular de Alan, el mensaje que le había enviado a Santino Gómez también mostraba un signo de exclamación.
Úrsula se quedó perpleja.
—Alan, Ernesto, ¿a ustedes también los bloqueó?
Ernesto negó con la cabeza.
—No nos bloqueó. El sistema detectó una gran cantidad de transferencias en la cuenta de Santino y la suspendió de forma temporal, por eso aparece el signo de exclamación.
—Ah, era por eso —Úrsula respiró aliviada—. Ernesto, ¿sabes dónde está Santino ahora? ¿Por qué tiene el celular apagado?
Ernesto la miró.
—Santino está en la oficina. Hoy tiene una teleconferencia internacional muy importante y es probable que termine tarde. Su celular debe tenerlo su asistente.
Río Merinda era, después de todo, el bastión principal de la familia Gómez, así que los hermanos Gómez tenían sucursales de sus empresas en la ciudad.
—Ya veo.
Ernesto miró a Úrsula y continuó:
—Úrsula, ¿necesitas algo de él?
—Tengo algo muy importante que decirle…
Antes de que Úrsula pudiera terminar la frase, Eloísa Gómez entró por la puerta.
—¡Úrsula, Úrsula! ¡Qué tragedia!
—¿Qué pasa, abuela?
Alan y Ernesto se acercaron de inmediato a Eloísa.
—Abuela, ¿qué ocurrió?
Eloísa miró a Úrsula.
—Marta se desmayó de repente. La ambulancia está atascada en el tráfico, tardará un poco en llegar. ¡Úrsula, corre a ver qué pasa!
Marta era una empleada que había trabajado para la familia Gómez durante muchos años.
Casualmente, el médico de familia que cubría el turno de noche había pedido el día libre. Úrsula era la única en la casa con conocimientos de medicina. Una vida estaba en juego.
Por eso, Eloísa no tuvo más remedio que buscarla.
—Claro, abuela. Iré por mi botiquín, usted no se angustie.
—Úrsula, ve a ver a Marta primero. Está en el Jardín de los Lirios. Ya le pedí a Martha que fuera por tu botiquín.
—De acuerdo.


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