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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 602

—¡Por eso te digo que esta es la última vez! ¡Créeme!

—¡De verdad no tengo dinero! —insistió Luna, con los ojos entrecerrados—. Ponte a pensar, ¿cuánto dinero te he dado todos estos años?

Era tanto que ya había perdido la cuenta. La cantidad más pequeña había sido de quinientos mil pesos; la más grande, de cincuenta millones.

—¿En serio no tienes? —preguntó Jana.

—No —asintió Luna con firmeza—. No tengo.

—Bueno, si no tienes, pues ni modo. —Jana abrió de golpe la puerta del copiloto—. Como no tienes para darme, ¡mejor voy a buscar a Marcela!

Hizo el amago de bajarse del carro.

—¡Estás loca! —Luna se abalanzó sobre ella, sujetando la puerta con fuerza—. ¿Qué demonios pretendes? ¿No puedes dejarme en paz? ¡Te lo ruego, por favor, déjame en paz!

Al final, Luna rompió a llorar. Estaba harta. Realmente harta. No quería seguir viviendo así. Cada vez que veía a Jana, las pesadillas la atormentaban por la noche.

Al verla así, Jana puso los ojos en blanco, fastidiada.

—Mi querida señorita Solano, a ver si te aclaras. Soy yo la que depende de ti para sobrevivir. ¡La que debería rogar que la dejen en paz soy yo! No te estoy pidiendo mucho, ¡solo son treinta millones! ¡Solo quiero vivir como una persona normal en este mundo! ¡Cada vez que te pido dinero, me arrastro como un perro, y ni así lloro! ¿Tú de qué lloras?

Para Jana, treinta millones no eran nada para alguien como Luna. No le estaba pidiendo la vida.

—Por cierto —dijo Jana, cambiando de tema—, me pareció ver a tu sobrina en el aeropuerto el otro día.

Al oír eso, el rostro de Luna se descompuso.

—¡¿Qué dijiste?!

Solo tenía una sobrina: ¡Úrsula Méndez!

Esa loca. ¡Jana estaba completamente loca! ¡Cómo se atrevía a acercarse a Úrsula!

Jana entrecerró los ojos.

—Y déjame decirte que tu sobrina se parece muchísimo a tu cuñada. Esa carita parece dibujada. Con razón dicen que es descendiente de la mujer más bella de Río Merinda.

En realidad, Jana reconoció al bebé que había visto en pañales en cuanto vio a Úrsula. No había duda. Se parecía demasiado a Valentina Gómez. Y no solo a ella, también a Álvaro Solano. Era una belleza de rasgos marcados e intensos.

Luna perdió por completo la compostura y la agarró por el cuello de la camisa.

—¡Veo que de verdad perdiste la cabeza! ¡Hasta te atreviste a ver a esa maldita mocosa! ¿No te das cuenta de que si descubre algo, estaremos acabadas las dos?

—¿Le dices «maldita mocosa» a tu propia sobrina? —Aunque Luna estaba muerta de miedo, Jana no mostraba ni una pizca de temor. La miró con total desprecio—. Vaya, vaya, ¡qué buena tía eres! Aunque, pensándolo bien, de alguien como tú se puede esperar cualquier cosa.

—Tranquila —continuó Jana—. Aunque la reconocí al instante como una Solano, ella no se dio cuenta de quién era yo.

—¿Estás segura de que no te reconoció? —preguntó Luna.

—Segurísima —afirmó Jana, mientras sacaba otro cigarro y lo encendía—. No es más que una chiquilla ingenua, ¡no una detective! ¿Qué podría descubrir?

Y aunque lo fuera, no se iba a poner a investigar a cada extraño con el que se cruzaba. Nadie sospecharía nada. Al fin y al cabo, uno se encuentra con cientos de personas a diario.

Luna respiró aliviada al oírlo. Tenía razón. Úrsula era solo una muchacha, ¿qué podría notar de raro?

Jana exhaló una bocanada de humo.

—Bueno, después de tanto rollo, ¿me vas a dar el dinero o no? Si no me lo das, no podré seguir viviendo. Y si yo no puedo vivir, ¡iré a buscar a Marcela!

Luna se sentía increíblemente frustrada. Parecía que Jana solo sabía amenazarla con lo mismo una y otra vez. Pero, por desgracia, esa era precisamente la amenaza que más temía.

Capítulo 602 1

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