¡Era demasiado cruel con Alejandra!
—Ale, no te preocupes, yo me encargo de esto —dijo Pedro, entrecerrando los ojos—. Ahora mismo voy a hablar con mi tía abuela. ¡Me va a tener que dar una explicación!
Tenía que conseguir que Marcela le garantizara un futuro a Alejandra.
—No, Pedro, déjalo. Ya me he resignado —dijo Alejandra, levantándose y tirando de su manga.
—¡Pues yo no! —exclamó Pedro, con el ceño fruncido—. Ale, espérame aquí. Vuelvo enseguida.
Pedro fue a la mansión Solano con un regalo. Primero visitó a Álvaro para felicitarlo por su recuperación, y luego se dirigió a Marcela.
—Tía abuela, ¿podemos hablar a solas un momento?
—Claro, Pedro. Ven a mi estudio.
Una vez allí, Marcela le indicó que se sentara.
—Dime, Pedro, ¿de qué querías hablarme?
—Quería hablarle del asunto de Ale.
Al oír el nombre, el rostro de Marcela se endureció.



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