AlphaPlay Studios
Oficina en el último piso.
La secretaria tocó la puerta y entró en silencio.
—Director Hernández, Miguel López, el asistente especial del Grupo Ayala, acaba de llamar para pedirnos que entreguemos la propuesta de licitación.
Javier revisó su reloj.
Todavía faltaban dos horas para la hora que Úrsula había prometido.
—Respóndele a Miguel que la entregaremos a tiempo.
—Entendido, director Hernández.
Cuando la secretaria salió, otro hombre que estaba en la oficina rompió el silencio.
—Javier, ¿todavía sigues esperando a la señorita Méndez?
Ese hombre era Lisandro Donoso. Había sido compañero de Javier en la prepa y además era uno de los socios de AlphaPlay Studios, con el siete por ciento de las acciones.
—Sí —asintió Javier sin titubear.
Lisandro frunció el ceño.
—El tiempo de la licitación ya casi se termina, ¿de verdad podemos confiar en esa señorita Méndez?
Se detuvo un momento y continuó:
—Pasaste medio mes intentando armar esa propuesta y ella dice que puede hacerlo en un solo día. No creo que debas poner todas tus esperanzas en ella. Además, ya resolvimos el tema del dinero, deberíamos enfocarnos en el Premio Illumina. No tiene sentido perderlo todo por querer abarcar demasiado.
Javier, firme como una roca, respondió:
—Si la señorita Méndez no tuviera la capacidad de sacar adelante la propuesta, jamás se hubiera ofrecido a ayudarme. Confío en ella.
Lisandro soltó una risa resignada.
—La verdad, parece que estás obsesionado.
Que la señorita Méndez fuera una rica sin preocupaciones, eso sí lo creía. Pero que tuviera verdadero talento… Lisandro no estaba convencido.
—Ding—
[Tienes un nuevo correo.]
—Ya sé, pero según lo que he escuchado, el señor Ayala ya cerró trato con el Grupo Ríos. Si vamos, solo seremos los extras en la fiesta de Santiago —suspiró Lisandro al final.
En el fondo, para Lisandro no era ninguna sorpresa que el Grupo Ayala eligiera al Grupo Ríos.
¿Quién era Santiago?
En el mundo financiero de San Albero, había pocos que pudieran compararse con Santiago, ese genio que en poco tiempo logró rescatar al Grupo Ríos del desastre y devolverlo a la cima.
Javier encendió un cigarro con calma.
—Si no quieres ir, yo voy solo.
—No, no, no. Yo sí voy —se apresuró a decir Lisandro—. Si vamos a hacer el ridículo, al menos lo haremos juntos.
...
A la mañana siguiente, a las nueve en punto.
Lisandro y Javier llegaron juntos al edificio del Grupo Ayala.
En ese momento, la sala de juntas del Grupo Ayala ya estaba llena de representantes de las compañías más reconocidas del sector.

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