Al ver llegar a Lisandro y Javier, ya nadie se desvivía por ellos como antes. Lo único que recibieron fueron miradas de desprecio y burlas mal disimuladas.
—¿No son esos los de AlphaPlay Studios, Javier y Lisandro?
—¿Y a qué vienen ahora?
—¿De verdad creen que el señor Ayala va a escoger a AlphaPlay Studios para colaborar?
—Vinieron solo para hacer el ridículo, ¿verdad?
—...
Aunque Lisandro ya venía mentalizado para soportar las burlas, no pudo evitar sentir las piernas pesadas y el pecho apretado. AlphaPlay Studios también había vivido días de gloria. Antes, dondequiera que fuera, todos lo llamaban director Plaza con respeto. Las empresas hacían fila para asociarse con él. Pero ahora, en apenas unos meses, todo había cambiado de la manera más brutal.
Lisandro soltó un suspiro en silencio.
Javier tampoco podía ocultar la incomodidad que le revolvía el estómago.
En ese momento, la entrada se llenó de movimiento, como si una celebridad hubiera llegado. Las voces de burla se transformaron en halagos al instante.
—¡presidente Ríos!
—Es el presidente Ríos del Grupo Ríos.
—¡Qué joven y capaz es el presidente Ríos!
—De tal palo, tal astilla, si Joaquín es tan impresionante, su nieto no se queda atrás.
Lisandro y Javier levantaron la vista.
Vieron a Santiago llegar con paso firme, vestido con un traje de diseñador exclusivo, rodeado de un séquito que casi le rendía pleitesía. Caminaba con la cabeza en alto, irradiando seguridad. Detrás de él venía Jorge, como si fuera la sombra de su nuevo jefe.


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