Con una madre así, ¿no temía Pedro que Alejandra fuera igual?
Al escuchar a Marcos, el rostro de Pedro se ensombreció. ¿Acaso estaba insinuando que despreciaba a Alejandra por su cojera? ¿Y qué si cojeaba? A pesar de su pierna, era una mujer de buen corazón, con estudios, talentosa y de una belleza excepcional. ¡Si acaso, era Marcos quien no estaba a su altura!
—Marcos, te presento a mi hermana porque eres mi mejor amigo y confío en ti —dijo Pedro, ofendido—. ¡Si fuera por cualquier otro, no me atrevería! Sí, mi hermana cojea un poco, ¡pero no es de nacimiento! ¡No afectará a la siguiente generación!
Alejandra era casi perfecta. Si había que buscarle un defecto, era su cojera. Para Pedro, presentarle a Alejandra a Marcos era hacerle un favor. ¡Y él, encima, se quejaba!
—Pedro, sé que tu hermana es excepcional —dijo Marcos, tratando de ser diplomático—. Y tú sabes cómo soy yo. Creo que no estoy a la altura de tu hermana.
Al oírlo, el ánimo de Pedro mejoró.
—Tranquilo. Aunque mi hermana es excepcional, no es una mujer superficial. Tú tienes tus limitaciones, pero con mi ayuda, no creo que te rechace.
Estaba decidido a emparejarlos.
—Pedro, te agradezco la intención, pero ahora mismo no quiero novia —dijo Marcos, aún más incómodo. Y para evitar que insistiera, añadió—: ¡Mejor sigamos con el diseño!
—De acuerdo, sigamos con el diseño —aceptó Pedro—. Por cierto, te paso el contacto de mi hermana. Añádela. Aunque ahora no quieras novia, algún día querrás. Mi hermana es un partidazo, ¡te estoy haciendo un favor!


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