Si lo sabía, ¿por qué insistía en presentárselo? ¿Acaso quería fastidiarla? Por suerte, ella tenía un plan B, o de verdad se habría vuelto loca de coraje.
—Entiendo, Pedro, gracias —dijo Alejandra, forzando una sonrisa.
—Bueno, ya me voy.
—Claro —asintió—. Yo también quedé de ir de compras con unas amigas.
Con el diseño en sus manos, no tenía intención de quedarse sola en la casa mientras Pedro no estaba.
El congreso estaba lleno de gente. Apenas entrar, Pedro se topó con Sergio Zambrano, el director de Grupo Leduc, su mayor competidor. Naturalmente, la relación entre ellos no era buena. Grupo Leduc les había jugado sucio en innumerables ocasiones, pero ni Pedro ni Marcos eran unos santos. Zambrano tampoco había salido bien librado de sus encuentros.
—¡Joven Solano! —lo saludó Zambrano con una sonrisa falsa, acercándose—. ¡Cuánto tiempo sin verte!
Pedro le devolvió una sonrisa igual de cortés.
—Señor Zambrano.
—Solano, el concurso de joyería es en unos días. Quería desearte la mejor de las suertes.


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