Para Fabiola, Úrsula no solo era una campesina inútil, sino también una niña salvaje de origen desconocido y sin clase. No le llegaba ni a los talones a Virginia. Virginia sabía ballet, piano y tenía todo tipo de talentos. ¿Qué sabía hacer Úrsula? A lo mucho, servir de payaso para aplaudirle a Virginia desde el público.
¿Y una persona así pretendía entrar a la Escuela Montecarlo? Estaba soñando despierta. Qué descaro.
Fabiola apartó la vista y se dirigió a su preciosa hija.
—Vámonos, Virgi, no la mires más. Relacionarse con gente como ella solo te rebaja.
—Sí, mamá —asintió Virginia, siguiendo a su madre.
Tras caminar unos pasos, se encontraron con una compañera de clase. Virginia, tomando del brazo a Fabiola, la saludó con la cabeza en alto.
—Melinda, ¡qué coincidencia!
Antes, Virginia nunca habría saludado a esa chica por iniciativa propia. La familia de Melinda era muy rica y su madre siempre vestía de marca, mientras que la familia Blasco era de clase media. Para pagarle todas sus clases extra, la ropa de Fabiola nunca costaba más de doscientos pesos. Virginia, con su gran orgullo, no quería que nadie viera que tenía una madre tan común.
¡Pero ahora era diferente!
Gracias a la ayuda de la familia Ríos, los Blasco no solo vivían en una casa nueva, sino que también habían recibido una suma de trescientos mil pesos. Con ese dinero, José Luis Méndez y Fabiola habían alquilado un local y puesto un negocio. ¡La familia Blasco ya no era la de antes! Virginia vestía ropa de más de dos mil pesos y hasta el bolso que llevaba Fabiola costaba veinte mil.
—Virgi, ¿es su mamá? —respondió Melinda con una sonrisa.
—Sí, es mi mamá —asintió Virginia, con un aire de superioridad.
La mirada de Melinda se posó en el bolso de Fabiola.
Una mujer de mediana edad, cubierta de joyas, entraba seguida por varios guardaespaldas. Aunque solo venía a dejar a alguien para el examen, parecía una alta funcionaria en una inspección.
—¿Quién es? ¡Qué aires se da! —preguntó Melinda con curiosidad.
—¿No conoces a la señora Galván? —dijo Fabiola, mirando a Melinda—. Virgi me dijo que a tu familia le iba bastante bien.
—Señora, la verdad es que mi familia es de clase media. ¿Cómo voy a conocer a gente tan importante? —negó Melinda con la cabeza.
—Ah, se me olvidaba —sonrió Fabiola—. La gente común no tiene acceso a la señora Galván, es normal que no la conozcas. La familia Galván se dedica al negocio de las esmeraldas. No solo tienen varias minas de esmeraldas, ¡sino también una de oro! La señora Galván acaba de mudarse de Nuevo Sol. Aunque no he visto a su hija, seguro que vino a traerla para el examen de admisión.
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