—¡Señorita, usted sí que es impresionante! ¡Cómo sabe tantas cosas! —Melinda miró a Fabiola con asombro.
Al ver la expresión tan poco decorosa que Melinda le dedicaba a Fabiola, Virginia sintió su ego hincharse de satisfacción.
Fabiola continuó:
—Mi papá y yo también nos dedicamos al negocio de las esmeraldas. Antes tuvimos la oportunidad de colaborar con la señora Galván, por eso conozco algo de la familia Galván.
En realidad...
Fabiola jamás había tenido la oportunidad de colaborar con la señora Galván. Lo único que había hecho era comprar unas figuras de jade en una sucursal de la familia Galván. Esa vez, simplemente coincidió con la señora Galván, quien estaba supervisando la tienda. Fabiola solo la vio de lejos, nada más.
Sin embargo, Melinda se iluminó de inmediato.
—¡Señorita, usted de verdad es increíble! Si pudo hacer negocios con la señora Galván, su familia debe de estar forrada de dinero, ¿no?
—Nada del otro mundo, solo tenemos algo más que la mayoría —respondió Fabiola, tocándose el cabello con aire presumido.
Melinda observó la silueta de la señora Galván mientras se alejaba y no pudo evitar suspirar:
—Me pregunto cómo será la señorita Galván... ¡Sería genial tener la suerte de ser amiga de la señorita Galván!
Fabiola le lanzó una mirada de arriba abajo, mientras en su interior se burlaba. “Esta niña sí que tiene sueños imposibles, pero su suerte es más frágil que el papel...”
—¿Con esa actitud y esas ganas, todavía sueña con ser amiga de la señorita Galván? Ni vergüenza tiene —pensó.
Aun así, las palabras de Melinda le dieron una idea. Fabiola bajó la voz y le murmuró a Virginia:
—Virgi, si algún día logras hacerte amiga cercana de la señorita Galván, ahí sí que vamos a salir de pobres.
La familia Galván era la verdadera élite, incluso superando a los Ríos.
Si Virginia lograba acercarse a la señorita Galván, sería motivo de orgullo para toda la familia.
Virginia asintió, y en sus ojos brilló una luz determinada.
—Mamá, no la voy a defraudar.
Mientras la señorita Galván siguiera estudiando en la Escuela Montecarlo, haría todo lo posible por acercarse a ella y aprovechar esa conexión.
...
En ese momento, una voz sorprendida rompió el aire.
Úrsula giró la cabeza y vio a una chica de cabello corto y actitud vivaracha mirándola con atención.
Sus ojos negros, grandes y redondos, resaltaban en su rostro de piel clara. Era una chica realmente adorable.
Además, había algo familiar en ella...
Antes de que Úrsula pudiera decir algo, la chica se acercó rápidamente y empezó a presentarse:
—¡Señorita salvadora, ¿no se acuerda de mí?! ¡Soy Dominika Galván! Aquella noche del quince, ¡usted me salvó de esos pandilleros! Estos días la he estado buscando por todos lados, ¡jamás imaginé que la encontraría aquí!
Dominika nunca había creído en el destino, pero después de esto, ya no podía negar que el universo la había llevado directo a la persona que le cambió la vida.
Con esas palabras, la memoria de Úrsula se despejó al instante.
—Por supuesto que me acuerdo —sonrió de lado—. ¿Cómo te ha ido desde entonces?
—Pues ahí la llevo... Después de salir de la comisaría me enfermé, apenas estos días me estoy recuperando. Si no, ya la habría encontrado antes —explicó Dominika con un puchero. Desde pequeña siempre la habían consentido, nunca había pasado por un susto así. El shock fue tanto que al regresar a casa le dio fiebre y estuvo en cama por casi tres semanas.

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