Luana condujo de inmediato para llevar a Amanecer a la tienda de mascotas.
Ver a Amanecer encerrado en la jaula le partió el corazón. Le acarició la cabeza.
—Tranquilo, Amanecer, en un momento vendrá un amigo de mamá a recogerte.
—Guuu…
Amanecer agachó la cabeza.
«¡Pobre perrito triste!».
Aunque a Luana le dolía dejarlo, tenía que correr a tomar el tren.
Úrsula le envió un WhatsApp a Israel, pidiéndole que recogiera a Amanecer y lo cuidara por unos días.
[¡Entendido, jefa! ¡Misión aceptada!]
Después de responderle a Úrsula, Israel condujo de inmediato a la tienda de mascotas.
Como Úrsula e Israel llevaban a Amanecer con frecuencia para que lo bañaran y lo cuidaran, los empleados de la tienda ya conocían a Israel.
Al verlo llegar, uno de los empleados, Leo, dijo:
—Amanecer, ya vino tu papá por ti.
Amanecer, que había estado decaído, se animó al ver a Israel.
—¡Guau, guau, guau, guau!
«¡Papá, papá!».
Israel se acercó y abrió la jaula.
—Amanecer, papá vino a recogerte, ¿estás contento?
Amanecer estaba más que feliz. Saltaba de un lado a otro, apoyó sus patas delanteras en los hombros de Israel y empezó a lamerle la cara sin parar.
Menos mal que Israel tenía fuerza, porque si no, Amanecer lo habría tirado al suelo.
Con una mano, Israel le acariciaba la cabeza al perro, y con la otra, sacó su celular para grabar un video y enviárselo a Úrsula.
[Reportándome, jefa. Ya recogí a Amanecer.]
[Ok], le respondió Úrsula mientras preparaba su maletín médico. [Entonces te encargo a Amanecer estos días, señor Ayala. Cuando vuelva, te daré una recompensa 😉].

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