Vanesa contestó la llamada, su voz sonaba cortante.
—Señor Maldonado.
—¡Al fin contestas, Vanesa! —Joel soltó una risa forzada—. Oye, ¿no te estoy molestando, verdad?
Vanesa soltó una risa burlona. Si de verdad no quería molestarla, no habría insistido llamando otra vez tras verla rechazar la primera llamada.
—Señor Maldonado, Raimundo y yo ya terminamos —dijo con un tono seco—. Por favor, no me llames así. Y de paso, no hay necesidad de que sigamos en contacto.
—¿Eh? —Joel se quedó sin palabras por un momento, pero enseguida trató de recomponerse—. No digas eso... Eh… señorita Galindo, mira, nos conocemos desde hace varios años. Aunque de verdad hayas terminado con Rai, no tienes que cortar lazos con todos, ¿no crees?
Vanesa se mostró firme:
—No hay motivo para que sigamos en contacto.
Pensando en los amigos de Raimundo, dudaba que ninguno supiera de lo que pasaba entre él y Rosa. Ahora que recordaba, cada vez que se reunían y Rosa salía a tema, todos parecían incómodos. Algunos evitaban su mirada, otros miraban a Raimundo con una expresión rara. Pero en aquel entonces, nunca se le ocurrió pensar mal, así que lo dejó pasar.
De todas formas, supieran o no, a ella no le interesaba perder el tiempo con ellos ni seguir teniéndolos cerca. Entre menos tuviera que ver con Raimundo, mejor.
—Eso suena muy distante, la verdad —insistió Joel, negándose a rendirse—. Señorita Galindo, todos somos amigos aquí. Si Rai te hizo algo, podemos ir a darle una lección, ¿eh? Bueno, eso lo dejamos para después… Mira, mi cumpleaños es en unos días y quiero hacer una reunión con todos. ¿Te animas a venir?
Sin darle tiempo de responder, Joel agregó de inmediato:
—Rai dijo que no va, que tiene cosas que hacer. No te preocupes.

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