Entrar Via

La Desaparición de la Esposa Hacker romance Capítulo 11

Las palabras de Agustín fueron como una daga invisible, clavándose directo en el corazón de Begoña.

Frente a ella, la mujer que había seducido a su esposo y destrozado su familia estaba arrodillada, suplicando. Ver esa escena la dejó sin aliento; su pecho dolía y hasta la voz le temblaba.

—¿Qué dijiste? —logró preguntar, aunque sentía que el mundo se le venía abajo.

—Mamá, tienes tantas joyas que ni las terminas de usar. ¿Qué te costaba regalarle un anillo a la señorita Rosario? —Agustín hizo un puchero, intentando verse tierno, sin comprender el daño de sus palabras—. Además, tú siempre dices que la señorita Rosario me cuida mucho y que merece una recompensa.

—Así que yo solo la recompensé por ti.

Recordaba perfectamente aquel día al salir de la escuela. Rosario había visto el anillo en la entrada y se le iluminaron los ojos; lo tomó entre sus manos y murmuró que en su vida podría comprarse algo así. Hasta se le notaba la tristeza.

Begoña siempre le había dicho que había que ser generosos con quienes estaban cerca. ¿Por qué ahora se molestaba con él?

Begoña se aferró al lavabo, obligándose a mantenerse en pie, y miró a Agustín desde arriba.

—¿Tomaste mis cosas para regalarlas sin preguntarme? ¿No recuerdas que te enseñé que eso se llama robar? —le espetó, con un nudo en la garganta.

—Mamá, pero cuando tú mueras, todo va a ser mío, ¿no? Tus cosas ya son mías, ¿cómo va a ser robo? —preguntó Agustín, convencido y sin pizca de culpa.

—¿Quién te dijo que mis cosas son tuyas? A ti te enseñé que uno tiene que trabajar por lo suyo, ¿o no? —La mirada de Begoña se clavó en la de su hijo. Esa seguridad en su respuesta, esa falta total de remordimiento, le provocó un dolor inexplicable.

Siempre pensó que si algún día se iba, Agustín al menos la extrañaría, se sentiría triste. Pero ahora veía que ni siquiera le importaba; él ya estaba pensando en el día que ella no estuviera.

Al escuchar el regaño, Agustín frunció el ceño y se le llenaron los ojos de lágrimas. Aun así, se mantuvo terco, sin apartar la vista de su madre.

Por supuesto, fue la abuela quien se lo había dicho: que algún día él heredaría el Grupo Guzmán y todo lo de sus padres.

Cuando fuera grande, pensaba, le iba a comprar muchas joyas a la señorita Rosario. Para entonces, su mamá ya no podría meterse en su vida.

—Mamá, el anillo ya lo tienes de vuelta. Perdona a la señorita Rosario, ¿sí? —suplicó—. Si ella ya no viene a la casa, tú puedes fingir que aquí no pasó nada.

¿Fingir que no pasó nada?

Begoña miró a Agustín, ese niño que aún no entendía de dolores ajenos. Claro, como no le sucedió a él, era incapaz de imaginar el sufrimiento.

—Fue tu papá quien decidió denunciarla. No tendrías que venir a reclamarme —dijo Begoña, y sin mirar atrás, salió del baño.

Capítulo 11 1

Capítulo 11 2

Capítulo 11 3

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Desaparición de la Esposa Hacker