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La Desaparición de la Esposa Hacker romance Capítulo 40

—¿Qué dijiste? —la voz de Begoña era tan tenue que apenas se escuchaba.

Ofelia tomó el reporte médico con asombro.

—Aquí dice que la hormona gonadotropina coriónica humana está muy por encima del valor normal, hermano... los datos indican que tu esposa sí está embarazada.

Catalina, la suegra de Begoña, siempre había sentido cierta insatisfacción con ella por no haber tenido más hijos, y nunca ocultó su deseo de que Begoña le diera otro nieto.

Durante años, Begoña hizo todo lo posible para quedar embarazada de nuevo.

Ahora, por fin, su deseo se había cumplido.

Pero en el corazón de Ofelia, el dolor se volvió más intenso. Ella también había sido traicionada por su esposo, y se preguntaba si el hecho de soportarlo la había llevado a una vida mejor.

Sin mostrar ninguna emoción, Begoña miró a Mariano. Si el examen confirmaba su embarazo, ¿por qué él decía que no lo estaba?

Mariano le devolvió la mirada con una sonrisa dulce.

—Amor, los médicos se equivocaron. No estás embarazada.

—Hermano, espera. Los datos no mienten —comentó Ofelia, extrañada, pero al ver la sombra en los ojos de Mariano, se calló de inmediato.

—Tú no eres doctora —le soltó Mariano con un tono apenas regañón, volviendo a mirar a Begoña, con una expresión supuestamente cariñosa.

Begoña no apartó la mirada de Mariano, viendo en sus ojos una devoción que ya no le creía.

A Begoña nunca la había engañado Felicidad, pero sí Mariano.

Ya estaba decepcionada de él, pero cada vez se las arreglaba para derrumbarle aún más el corazón.

Descubrió que en esa relación, solo ella anhelaba tener un hijo más.

Solo ella sufría por la hija que habían perdido.

—Amor, necesito platicar un momento con el Dr. Segovia. Descansa, ¿sí?

Mariano besó la frente de Begoña y, al girarse hacia el médico, su expresión se volvió dura y distante.

Con la mirada nublada por las lágrimas, Begoña sintió como Ofelia le apretaba la mano con fuerza.

—No te preocupes, cuñada. Ustedes todavía son jóvenes, seguro tendrán otra oportunidad.

La voz de Ofelia le brindó a Begoña un poco de consuelo entre tanto dolor.

Él no merecía su tristeza.

Después de que Begoña se marchó, en la oficina del doctor todavía se escuchaba el suspiro de Mariano.

—Mi esposa no tiene buena salud, no debe embarazarse otra vez.

—Le pido que me ayude a interrumpir este embarazo.

—Revisé el informe médico de la señora —dijo el Dr. Segovia—. No hay mayor riesgo en que tenga otro hijo. Mi equipo puede garantizar la seguridad de su esposa.

—Ella es la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida. No voy a dejar que corra ningún riesgo.

El tono de Mariano era apagado, y la tristeza se notaba en su cara.

—Entiendo —comentó el doctor, sorprendido—. Es raro ver a un esposo tan considerado con su esposa. La mayoría de las mujeres que llegan aquí, sobre todo las que se casan con familias adineradas, viven presionadas para tener más hijos. Ni hablar de las mujeres comunes.

El Dr. Segovia estaba acostumbrado a recibir casos de mujeres obligadas a embarazarse, pero nunca había visto a un esposo que insistiera en que no lo hicieran.

—Pero la señora está débil ahora. Operarla no sería lo más indicado. Lo mejor será que primero descanse un tiempo.

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