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La Desaparición de la Esposa Hacker romance Capítulo 50

Mariano irrumpió de repente, y sin pensarlo dos veces, jaló a Begoña hacia atrás, protegiéndola con su cuerpo.

Begoña apenas tuvo tiempo de reaccionar. Solo alcanzó a ver cómo Mariano lanzaba un puñetazo directo a Álvaro, quien con un paso ágil logró esquivarlo.

Las miradas de los dos se cruzaron en el aire, tensas, cortando el ambiente con una energía cargada de peligro.

—¿No son esos el señor Mariano y la señora Guzmán? —se escuchó murmurar a alguien.

—Sí, sí, la otra vez en el fraccionamiento... fue el señor Álvaro quien llamó a emergencias cuando ella se desmayó, ¿no?

En ese café solo se veían vecinos de la zona residencial, gente de cierto nivel, aunque no llegaban a igualar a los de Laderas Boreales, el barrio de los verdaderos millonarios. Sin embargo, nadie ahí podía ser subestimado.

Todos los presentes reconocieron a Mariano y a Begoña. Era lógico: en esos días, la familia Guzmán era tema obligado cuando alguien quería platicar mientras se tomaba un café o después de la comida. Pero Álvaro tampoco pasó desapercibido.

Begoña apartó la mano de Mariano, que se aferraba cada vez con más fuerza a la suya. Al hacerlo, se topó con la mirada sorprendida de él. Sus ojos bajaron del rostro serio y atractivo de Mariano, perfectamente arreglado en su traje, a su porte impecable. ¿Quién imaginaría que, apenas hacía unos minutos, ese hombre tan elegante había estado hecho un desastre?

Mariano notó cómo Begoña se frotaba la muñeca y, por un momento, en sus ojos apareció una chispa de preocupación. Pero en cuanto escuchó el comentario de los vecinos, sus facciones se endurecieron de nuevo.

—¿Así que veniste a ver a este tipo, Begoña? —preguntó, su voz cargada de suspicacia.

Begoña, sin dejar de sobarse la muñeca, dirigió la mirada a Álvaro, escudriñándolo como si fuera un desconocido.

—¿Tú fuiste quien me ayudó ese día?

Álvaro, al encontrarse con esa mirada distante, bajó la voz, dejando ver una leve emoción que intentó ocultar.

—Sí.

—Gracias. ¿Cómo te llamas?

—Señora Guzmán, el señor Álvaro es profesor en la Universidad Real de Santa Fe. Es una persona destacada —intervino otro vecino, queriendo hacerse notar—. Apenas se mudó al fraccionamiento. Si él no hubiera estado tan atento ese día, nadie se habría dado cuenta de que usted estaba desmayada en el carro.

La gratitud se reflejó de inmediato en los ojos de Begoña al volver a mirar a Álvaro, algo que a Mariano no le gustó nada.

Así que no se conocían… Había sido una equivocación suya.

Mariano dio un paso al frente, interrumpiendo la conexión silenciosa entre Begoña y Álvaro, y tendió la mano con gesto formal.

—Perdona, es que te vi mirando tanto a mi esposa que pensé que tenías malas intenciones. Espero que no lo tomes a mal.

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