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La Espectacular Transformación de la Reina AI romance Capítulo 500

La abuelita Romo había estado con gripe estos días. El sábado por la mañana, después de visitar a Yolanda Romo en el hospital, Paulina se subió al carro y fue a ver a la abuelita Frías, quien también estaba internada.

Cuando llegó, Armando y Josefina ya estaban ahí.

La abuelita Frías se veía más animada que cuando recién despertó. Al ver a Paulina, su cara se iluminó con una sonrisa sincera.

Paulina se sentó junto a la abuelita Frías y empezaron a platicar. Armando, sin interrumpirlas, le sirvió un vaso de agua a Paulina y luego se quedó a un lado, pelando manzanas para Josefina y Paulina.

Cuando Armando le acercó a Paulina un platito con manzana picada en cuadritos, ya sin cáscara, no le quedó de otra más que aceptar.

—Gracias —dijo Paulina, tomando el plato.

—No hay de qué —respondió Armando, con un tono sereno.

La abuelita Frías los miró a los dos, sentados juntos, hablando tranquilos, y no pudo evitar suspirar en silencio. Le alegraba ver que, al menos en ese momento, podían convivir sin pelear.

Paulina se había quedado un buen rato en el hospital con Yolanda, y después de estar casi media hora con la abuelita Frías, llegó la hora de la comida.

La abuelita Frías miró a Armando y le dijo:

—A mí me atienden para la comida, no te preocupes, cariño. Pauli ha estado viniendo todos los días a verme desde que estoy aquí. Armando, ¿por qué no invitas a Pauli a comer algo de mi parte?

Paulina abrió la boca para rechazar, pero la abuelita Frías le palmeó la mano y la miró con cariño, negando suavemente con la cabeza.

—No es por otra cosa, de verdad —le dijo.

Mientras hablaba, también miró a Armando, dejando claro que no intentaba hacerlos volver ni nada por el estilo.

En el fondo, era igual que Alfredo Chávez: desde que Paulina y Armando decidieron divorciarse, sus interacciones se habían vuelto mucho más pacíficas. Eso le parecía bien. Después de todo, aún tenían a Josie. Aunque ya no fueran pareja, mantener una buena relación era lo mejor para todos.

Armando miró a Paulina.

—¿Qué te gustaría comer? ¿Comida latina o algo internacional?

Al enterarse de que iría a comer con su mamá, Josefina también se emocionó y se acercó a Paulina, tomándola de la mano.

—¡Sí, mamá! ¿Qué quieres comer tú?

Paulina se quedó pensando un momento antes de responder:

—Comida latina.

En eso, Armando tuvo que salir a contestar una llamada. Aprovechando la ocasión, la abuelita Frías bajó la voz y le susurró a Paulina:

Paulina, aún al teléfono, no respondió y ni ganas tenía de hacerlo.

El gerente del restaurante, que ya sabía que Paulina había llegado acompañada por Armando y había visto cómo la hija de Armando no soltaba la mano de Paulina, decidió intervenir. No comprendía muy bien la situación, pero después de secarse el sudor de la frente, explicó con cautela:

—La señorita llegó acompañada del señor Armando...

Alicia se apresuró a preguntar:

—¿Solo ellos dos?

Armando había dado instrucciones de tratar con respeto tanto a la familia Saavedra como a la familia Lobos, y como esa orden seguía vigente, el gerente no tuvo más opción que decir la verdad:

—No, también vino la hija del señor Armando.

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Queridos lectores, agradecemos su entusiasmo y apoyo hacia esta novela. Nos comprometemos a continuar con una actualización de capítulos el próximo viernes, 8 de agosto. ¡Gracias

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