Después de pasar por unos pasillos, el médico le señaló la camilla en dónde la mujer se encontraba, Aleskey la miró y encaminó sus pasos hacia ella.
Angelic permanecía inmóvil en esa camilla, la sábana la cubría hasta poco arriba de los senos, tenía una intravenosa puesta y su bello rostro estaba pálido.
— Señorita, ¿Cómo se encuentra? Soy el hombre que la encontró inconsciente en la acera, la subí en mi auto y la traje de inmediato al hospital.
— ¿Usted...? Un dejo de decepción pasó por la azul mirada de la joven Arquitecta, ella recién había terminado su carrera poco antes de casarse con el CEO Darkok.
— Vaya, nunca me habían mirado con tanta decepción de saber que soy yo el que llega. Es obvio que esperabas a otro hombre, ¿El padre del bebé quizás? Puedes darme el nombre y el número de tu esposo para llamarlo, seguro que se alegrará al saber que estás en cinta.
— No, yo... No tengo esposo... soy soltera... No hay nadie a quien llamar, le agradezco que me haya traído al hospital, ahora por favor váyase. — Angelic se volteó para que ese extraño hombre no viera las lágrimas que rodaban por su mejillas.
El CEO ruso que no estaba acostumbrado a tratar tan de cerca con una mujer. Siempre dedicado al trabajo, indiferente y frío, estaba por marcharse, asintió y encaminó sus pasos hacia la salida. Cuando de pronto escuchó.
— Señorita Diamich, le pondré este medicamento y después la subiremos a una habitación privada, tiene que mantener absoluto reposo, lo bueno es que su esposo se quedará a cuidarla y estará muy consentida. — La enfermera le sonrió a la ojiazul.
— No hay por qué molestar a nadie...
— No creo que para su esposo sea una molestia cuidarla, ¿Cierto señor? Usted está embarazada, le dará un hermoso bebé en pocos meses, nadie es tan cruel como para abandonar a una joven tan bella como usted y además con un embarazo delicado.
El CEO sintió la pregunta en su espalda, tuvo que detener sus pasos y dar media vuelta. No era de tener mucha paciencia, ni solía ser para nada sociable, pero su educación no le permitía dejar desamparada a una mujer en tales circunstancias.
— Ahhh... — El CEO dejó escapar el aire. — Quiero la mejor habitación del hospital para... mi esposa, la mejor atención y cuidadito con que la lastimen. — El hombre habló. Pero eso no parecía una petición, si no más bien una órden, ellas no lo sabían pero estaban ante un magnate de los negocios que estaba acostumbrado a ordenar, no ha pedir.
— Enseguida señor.
Un poco más tarde subieron a Angelic a la habitación más exclusiva del hospital, parte del medicamento había hecho dormir a la pelinegra. La noche ya había caído, cuando abrió los ojos con sed y hambre.
Los azules ojos de Angelic recorrieron la pulcra habitación, el cuarto era amplio, la camilla era nueva y moderna, había televisión, teléfono, y contaba con aparatos para cualquier emergencia.
Más lo que más llamó su atención fue ver a ese elegante hombre que tecleaba su laptop con rapidez, él estaba muy concentrado en lo que sea que estaba haciendo.
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