Entrar Via

La Esposa que Quemó su Pasado romance Capítulo 34

—¿De verdad tienes que sacar ese tema otra vez? ¿No te cansas de revolver el pasado?

—La verdad de esa noche es que entre el profesor Méndez y yo no pasó nada. ¡Nada! Nuestra relación siempre ha sido de maestra y alumno, nada más. Tobías, ¿por qué prefieres creer en una foto antes que creer en mí?

Foto.

Eso era. Nerea alzó la mirada y se clavó en Roberto.

¿La foto de hace rato también la había enviado él a Tobías?

¿Para qué?

No importaba la confusión de hace años, la foto de hace un momento claramente había sido capturada con todo el dolo del mundo, desde el ángulo perfecto.

Todo lo que había pasado hoy con el profesor Méndez, Roberto lo sabía al dedillo.

¡Lo había hecho a propósito!

—Nere, te lo suplico, ya no puedo más, en verdad. No te dejes llevar, ¿sí? Estoy por abordar el vuelo, en la noche paso a verte.

—Tobías, te lo repito: entre el profesor Méndez y yo, ni hace años ni hoy, jamás ha habido nada raro.

—Pero hoy me mentiste, ¿a poco no?

—¿En qué te mentí? Vine con Isidora a Ciudad Selénico, hasta te lo conté.

—Pero no me dijiste que Isidora era solo un pretexto. En realidad, tu verdadero motivo era venirte a encontrar con ese viejo verde en Ciudad Selénico, ¿no?

¿Encontrarme a escondidas?

Esas palabras se le atoraron a Nerea en la garganta, como si tragara una espina.

—Haz lo que quieras. Cree lo que te dé la gana.

—¿Por qué no mejor me explicas de una vez? Aquella noche, hace años, tú y él, solos en el hotel toda la noche… ¿qué fue lo que pasó en realidad? ¿Había alguien más ahí?

—Nere, si me lo aclaras, aunque ahorita vuelvas a usar a Isidora de escudo y digas que ella también estuvo ahí, yo te creo.

Nerea guardó silencio.

Él ya estaba convencido de que lo de Isidora era solo una pantalla. ¿Para qué explicar nada?

Además, esa noche Isidora sí había estado.

Pero el secreto de Isidora… eso no podía revelarlo.

—Cada vez que pienso en eso, en esa foto donde tú y él parecían tan cercanos, me siento como si me clavaran una aguja en el corazón.

Nerea colgó el teléfono.

Le temblaba la mano, el aparato casi se le caía.

Roberto la observó unos segundos, luego preguntó:

—¿Viene a buscarte?

—Sí —Nerea asintió despacio—.

Roberto volvió a preguntar:

—¿Tú quieres verlo?

—¿Acaso depende de mí? Vivo aquí, en tu hotel, y hasta vine a pedir trabajo como gerente. Si tú le mandas mi ubicación como mandaste esa foto, ¿de verdad crees que puedo esconderme?

De pronto, Roberto se puso serio:

—Si no quieres verlo, puedo hacer que no te encuentre.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Esposa que Quemó su Pasado